Triste espectáculo el ver a un pastor usando una agresividad impropia del Evangelio; aunque es bastante entendible la frustración que tanto el pastor Soto como millones de cristianos sentimos en este país, pues en manos de los honorables y gobernantes se acerca cada día más a ser en un lugar sin temor de Dios, con leyes que todo lo tolera salvo a los que no toleramos todo.
El Evangelio habla de amor, de reencuentro y reconciliación, de tolerancia y de acogida, en síntesis, de gracia. Pero nos advierte de límites que constantemente tratamos de sobrepasar, que destruyen las bases de la sociedad.
Cuando la Biblia habla de reencuentro y reconciliación, pone énfasis en el reencuentro y reconciliación con Dios, que da pie a lo mismo entre los hombres. Cuando habla de tolerancia y acogida, se refiere a personas, no a su pecado.
El Evangelio nos dice que Dios es amor, pero a la vez fuego consumidor. Si nos acercamos a Él sin ocultar nuestra naturaleza caída, no nos rechaza. También nos advierte a no ser arrogantes ni a jugarnos con la paciencia de Dios, que tiene límites.
Ahora bien, no mete miedo con las penas del infierno, sino advierte que es real, para quienes viven sus vidas sin temor de Dios, y llevan a otros a caer en conductas rechazadas por el Creador.
Sí, Dios nos busca para darnos su paz. La mayor prueba de ello fue enviar a su Hijo hace dos mil años, con buenas noticias en el momento en que sólo habían malas noticias. Su gracia refrescó la historia.
Hoy las buenas noticias siguen siendo frescas, ante las malas noticias de la depravación humana, pues la naturaleza del hombre no cambia, ni por más y "mejores" leyes que tengamos.
El gran fracaso de la iglesia es que no hemos sabido comunicar la gracia de Dios con la misma firmeza que hemos denunciado la vileza de la naturaleza humana.
Pero pese a nuestro fracaso, las buenas nuevas siguen estando frescas. Dios aún quiere que cada persona se reconcilie con Él. Y provee a su hijo, Dios encarnado para ser la respuesta a nuestro alejamiento y arrogancia. Navidad es la celebración, el recuerdo de la llegada al mundo de esas buenas noticias, en la persona de Cristo.
Entonces, más que amenazarles con las penas del infierno tan real como la vida, la iglesia debe advertir de ello, pero a la vez rogar a los gobernantes y a cada persona que se reconcilie con Dios en la persona de Cristo. Que esta Navidad la gracia cautivadora de Dios penetre en cada hogar y cada corazón, acercándoles a Cristo y alejándoles del pecado, para disfrutarla en su esencia.
Andrés Casanueva,