El 28 de diciembre de 1992, día de los Santos Inocentes, falleció en el servicio hospitalario del Hogar de Cristo de Santiago el escritor Iván Teillier Sandoval (1940), hermano de Jorge Teillier, el poeta lautarino cuya efigie se proyecta al porvenir. Iván alternó sus trabajos y sus días entre la narrativa y la contabilidad, ocupó casi siempre un seudónimo (I. A. Stern), no concedió entrevistas, fomentó amistades férreas, pero más bien acotadas y, a pesar de su histrionismo y de su ingenio, tuvo un perfil más bajo que el de su admirado hermano. No digo con esto que Jorge hubiera sido altisonante, pero a pesar de su modestia y su repliegue -sobre todo en los años de la dictadura, cuando 15 integrantes de su familia partieron al exilio- y de sentirse casi siempre a contrapelo de la máquina del mundo, hubo en sus gestos y en su garbo, y en su afán incombustible y a la vez discreto de repartir su mundo, el anhelo manifiesto de ser una leyenda.
Iván fue diferente. Pudo imprimir sus libros -las novelas "El piano silvestre" (1970), "Mañana el viento" (1973) y "Días de sol frío" (1978); los acopios de cuentos "Herederos de la lluvia" y "Después de los relámpagos"; y el poemario "Una llama verde"- en ediciones de bajo tiraje y escasa difusión, y recibió una muy exigua crítica. Fue un sujeto ilustrado y de lecturas vigorosas, un artesano que conocía las maderas de su oficio, pero que poco y nada hizo por hacer -la expresión es abrumante- carrera literaria. Compartió con Jorge la misma y desolada cruz de la bebida licenciosa, que a diferencia de éste no afectaría tan sólo a su cuerpo. Hacia el final de sus días llegó a lanzar sus libros al río Mapocho. Pero es lo que se llama un escritor de culto: uno de aquellos artistas que atraviesan los determinismos, acaso irrelevantes, del fracaso o del éxito mundanos.
En julio de 2014, la promisoria editorial "Lecturas Ediciones" publicó un volumen con sus novelas, y planea relanzar sus cuentos y su obra poética. Sobre aquello, el crítico Carlos Henrickson dijo que la publicación era un profundo acto de justicia: "Iván padeció la violencia extrema y soterrada de un campo literario mezquino y sobreintervenido por fuerzas externas a la creación artística. En sus novelas, la vida de sus personajes centrales se define por el radical pasmo ante una realidad carente de sustancia palpable, y cuyo absoluto anclaje a un presente eterno, hermana a esta realidad con el ensueño".
Luis Marín,