De todas las transformaciones que han operado en la sociedad chilena durante los últimos 25 años, hay una que siempre me ha parecido la más cruel. Se trata de la privatización no sólo de la salud, sino de la profesión médica. La reciente noticia publicada en este medio donde se advierte de la compleja situación que vive el CDT del Hospital Regional me regresa a una columna que escribí el verano pasado en este mismo diario. Se trató de una visita casual, lógicamente por razones de salud, que tuve al Hospital de Concepción.
Horrible experiencia aquella. Fue como estar en medio de una película de la Segunda Guerra Mundial. Los críticos de los estudios de Piketty, así como muchos de sus aduladores contingentes, ni siquiera logran dimensionar la profunda desesperanza, producto de la desigualdad, que se palpa en reparticiones públicas como los centros de salud.
Se trata de un doble proceso de mal trato. Por un lado, cuando llegas a un centro de atención de urgencia lo primero que debes sortear es un sistema saturado hasta tal grado que puedes pasar horas esperando atención. Un caso frecuente. Te encuentras esperando atención y aparece un/a señor/a casi demayándose por los dolores. No la atienden nunca. Los familiares, encolerizados, exigen atención. Otra crónica frecuente. Gente que espera atención médica durante meses e incluso años. Nunca hay médicos. Están de vacaciones. No están atendiendo. Señalan que te operarán recién el año siguiente, sería mejor si lo puedes hacer por el sistema privado. Espantoso. Si está allí es porque no puede hacerlo por la salud privada. Aquí puede esperar durante años -dicen lo/as más honesta/os- La salud debe ser un un bien público.
Por otro lado, cuestión que surge de mi experiencia como usuario, la indiginidad del trato médico es algo necesario de destacar. Hay profesiones que se han mercantilizado a tal grado en Chile que es realmente preocupante. Urge una formación ética de otro nivel. No por nada, muchos pacientes los llaman "diostores". Debo reconocer que he conocido a médicos de tremenda calidad humana, pero en muchos otros casos se trata de personas con muy poco sentido humano.
Así las cosas, por más infraestructura que tengamos, si los médicos no despiertan de su letargo social, éste será un problema eterno.
Invito a los lectores a contar sus historias en los sistema de salud. Pido al actual gobierno poner atención a este problema, pues es uno de los más sensibles en la ciudadanía. Cuando hay salud, hay educación. Cuando hay salud, hay funcionamiento social, económico y político. Este es el mínimo. A las universidades, poner atención en la formación integral de los estudiantes. No faltan las veces que uno escucha que los estudiantes estudian carreras del área de salud para asegurar su futuro laboral. Como en los matrimonios por conveniencia: la vocación (el amor) vendrá después.
Luis Nitrihual,