Los bellos paisajes y la subida de varios kilómetros llevan a las alturas de un santuario de la naturaleza y donde el valle se aprecia en toda su inmensidad, oportunidad única para mirar las araucarias desde otra perspectiva, las que ya muestran sus cabezas repletas de piñones.

Allí está Agustín Pichulman, pehuenche de tomo y lomo, quien con una lazo y una pequeña piedra atada en uno de sus extremos saca los piñones.

Tras una maniobra donde muestra su técnica, la soga llega sobre los brazos de la araucaria y fácilmente logra envolver la cabeza del piñón para darle con fuerza hacia abajo. No tarda en caer una cabeza con frutos.

"Estos están buenos y dulces, son los primeros del año", dice el lugareño mientras pasan turistas y se detienen para hacer fotografías y conocer los piñones.

El lugareño pertenece a una de las familias del sector que esperan levantar el turismo rural en la zona con apoyo del Estado.

Entre subidas y bajadas en un camino de ripio, no en muy buenas condiciones, aparece el primer tazón de Icalma, lugar de descanso y de naturaleza milenaria. Más allá se asoma Galletué y distante a unos 7 kilómetros de Icalma está el sector conocido como Cruzako. Allí comienza el ascenso entre vueltas y la gran subida que no todos los vehículos logran sortear.

Tras media hora de subidas las nubes aparecen cada vez más cerca y al caminar las piedras suenan como cristales, es parte de la belleza del paisaje que obliga a detenerse un momento para mirar su belleza.

Ya en la cumbre, la cordillera, lagos y volcanes parecen ser pequeños. Literalmente es como caminar hacia el cielo. Allí el viento y la formación de nubes son también compañeros de este ascenso que por momentos se muestra y se hace sentir con todo el poder de la naturaleza.