Desprotección de parques nacionales
El incendio forestal que por más de una semana ha acabado con miles de hectáreas en la Cordillera de Los Andes de La Araucanía ha demostrado la extrema vulnerabilidad en que se encuentran las reservas nacionales y parques nacionales repartidos por todo el país. Esta realidad, que hace poco significó un enorme daño medioambiental en las Torres del Paine -cuando una fogata mal apagada derivó en un siniestro de proporciones-, se concretó este mes en los bosques de la comuna de Melipeuco. Allí, un incendio sigue avanzando aún con escaso control en la reserva China Muerta y el parque Conguillío, dos importantísimas áreas verdes que están en el corazón de la reserva de la biósfera y que albergan miles de hectáreas de bosque nativo, en particular de araucarias milenarias que durante siglos han crecido y aportado a la mantención de un hábitat pleno de flora y fauna silvestre.
Gran parte de la opinión pública ha manifestado sus reparos a los organismos encargados de la protección de la diversidad forestal y de la gestión de emergenias (Conaf y Onemi, respectivamente), por una aparente parsimonia a la hora de aquilatar la real dimensión de lo que se estaba produciendo en la cordillera. Tan así que se ha criticado a Conaf por enviar recursos humanos y logísticos al incendio forestal en Valparaíso en los primeros días de la emergencia en Melipeuco, cuando ya el siniestro daba cuenta de su extrema voracidad y del impacto que iba a tener en el bosque nativo.
La desprotección en que quedó La Araucanía es materia que tendrá que ser respondida prolijamente cuando se logre controlar y extinguir el fuego en la reserva de la biósfera. No obstante, lo ocurrido permite concluir que en el actual escenario, los parques nacionales y reservas nacionales no se encuentran dentro de las primeras prioridades de la gestión pública, pues aparte de la desatención que ha habido desde el nivel central hacia el desastre ecológico de China Muerta y Conguillío, a nivel regional no se observó durante esta semana, al menos públicamente, una rápida respuesta ante un incendio que se sabía iba a provocar grandes perjuicios.
Cuando se acabe el fuego, la Región y el país habrán de estar lamentándose por el fin de araucarias milenarias y reflexionando, además, sobre los errores.