Cada vida importa
Cada día encuentro motivos de asombro, ciertamente, y más de uno. Pero uno de esos motivos es de especial transcendencia, a mí entender, y es el misterio de la persona. No deja de admirarme la riqueza de cada ser humano, su tremenda potencialidad y que sea irrepetible e insustituible de una manera tan original. Pero junto a esa riqueza descubro su fragilidad y su dependencia, lo cual también me provoca estupor. Y me asombra una vida que es tan poderosa en algunos aspectos, mientras que en otros es tan frágil.
La grandeza de una obra de arte, o la de un acto libre, que no se deja reducir a nada anterior y por lo tanto es imprevisible, procede de la vida personal. Santo Tomás de Aquino presenta la explicación de tales actos a partir de sus manifestaciones. El mismo ser personal es invisible a los ojos, pero se manifiesta. Precisamente por su carácter de invisible algunos pueden dudar de él, o reducirlo a cuantificaciones. Nada más lejos de su ser propio.
El valor de una vida humana procede de su ser que le da vida, que es un ser personal, y ese ser, como vimos, es frágil y necesitado de sujeción y apoyo, sobre todo en ciertos momentos. Por eso hay que ser consecuente con su valor y no hacerlo depender de circunstancias cambiantes o ajenas a su mismo ser.
Es muy claro Santo Tomás al valorar la vida y rechazar, por tanto, lo que no la respeta y cuida en lo que es: "Entre todos los males que se pueden ocasionar al prójimo, el más grande es matarlo, de ahí que se prohíba" (Comentario a los Mandamientos). Por eso identifica las maneras en que se puede matar a otros: con las propias manos, con las palabras provocando, por complicidad o al consentir la muerte de alguien, cosa que sucede explícitamente "cuando se da muerte a una mujer embarazada", porque se mata también al niño que lleva en su seno. Por eso, la verdad objetiva de que cada vida humana importa en sí misma y que ninguna sobra, hay que personalizarlo hasta poder decir: cada vida nos importa porque su valor no depende de nosotros, sino de sí misma.
Y si además, pensamos que Dios mismo asumió esa vida humana, desde sus inicios en el seno de una mujer, pasando por todos los estadios de su desarrollo, y que con ello nos mostró el elevado destino a que nos llama -vivir como sus amigos-, entonces cada vida adquiere un valor incluso mayor.
Esther Gómez,
Formación e Identidad Santo Tomás