Sorprende el nivel de enjuiciamiento público de hoy. Antes que la justicia opere y sentencie, opinólogos, redes sociales, medios de comunicación, diversidad de organizaciones, la calle o miembros del mundo político, suelen juzgar, denostar, condenar, e incluso agredir con violencia, a personas e instituciones. Espacio para dar rienda suelta a las propias pasiones, pasar cuentas, aniquilar al adversario, sacar provecho de la tragedia ajena. Pareciera no interesar la verdad, menos serenidad en buscarla. Cuando ésta juzga inocencia, en ocasiones se la oculta o silencia. No hay lugar para la disculpa o resarcimiento. El daño puede ser tan devastador como injusto, en estos nuevos "patíbulos" que creíamos de otras épocas. ¿Una neo inquisición? de la cual ni la misma Iglesia se libró de la tentación de usar.
Hoy, al dar inicio al "Año de la Misericordia", el Papa Francisco explicó el significado de la misericordia de Dios a partir del episodio en que los fariseos y los escribas llevan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio y le preguntan qué hacer de ella, teniendo en cuenta que la ley de Moisés preveía la lapidación por tratarse de un pecado considerado gravísimo. A ellos no les importaba la mujer; no les importaban los adúlteros, quizá alguno de ellos era adúltero… sólo el cumplimiento ciego de la Ley. De ahí la respuesta del Señor: "¡Quien de ustedes esté sin pecado, arroje la primera piedra contra ella!"… Y todos se fueron… Y Jesús permanece solo con la mujer, como un confesor, diciéndole: "Mujer ¿nadie te ha condenado?". La mujer responde: "¡Nadie Señor!", Y Jesús afirma: "¡Ni siquiera yo te condeno! Ve, ve y de ahora en adelante no peques más", para no sufrir, y no dañar la hermosura de su vida, la de otros, y de valores esenciales...
"¡Jesús perdona! -afirmó el Papa-. Pero aquí se trata de algo más que el perdón: Jesús supera la ley y va más allá. No le dice: '¡El adulterio no es pecado!'. ¡No lo dice! Pero no la condena con la ley. Y éste es el misterio de la misericordia. Éste es el misterio de la misericordia de Jesús", es el modo con que Dios perdona… va más allá de la sola justicia. Defiende al pecador de sus enemigos e incluso de una condena justa según la ley, así es su misericordia la que gatilla el cambio de la persona, arrinconando el pecado. Dios no salva, ni nos perdona, y menos transforma con un decreto, sino acariciando nuestras heridas del pecado. Si no abrimos espacio en nuestra vida personal y social, a la misericordia divina, podemos generar nuevas lapidaciones desde nuestros propios fariseísmos.
Héctor Vargas Bastidas,