El pastor Pablo Deiros escribió: "Para muchas personas violencia significa asesinatos, terrorismo y subversión armada. Sin embargo, la violencia se manifiesta de múltiples formas en el mundo de hoy. Es también violencia el marginamiento social, el hambre, la represión indiscriminada por parte de estados autoritarios, la falta de oportunidades de educación, la carencia de medicamentos, el descuido de los ancianos, el prejuicio racial, el lavado cerebral a través de los medios masivos de comunicación, el armamentismo, y miles de otros flagelos que agobian a las sociedades modernas".
Por cierto, continua Deiros, "la violencia no es un problema nuevo en el mundo. Desde los días de Caín y Abel, los hombres han estado enredados en una maraña de actos violentos que han traído sufrimiento y dolor a la raza humana. De una u otra manera, nos hemos ingeniado para agredirnos unos a otros de las más diversas formas".
La violencia se ha hecho presente en la historia humana bajo diferentes disfraces. Incluso ha vestido el hábito religioso, como en el caso de las "guerras santas", que pretendieron justificar la violencia con el argumento de que era "el cumplimiento de la voluntad divina". Pero cualquiera haya sido el motivo o la justificación -política, religiosa, social, económica, racial o cultural-, "la violencia ha sido el camino elegido para la afirmación" de los propios intereses y pretendidos derechos. Ciertamente podemos sumar a ello la silenciosa violencia de que serán objeto los inocentes seres humanos cuya vida será truncada por los abortos que enriquecerán a muchos, y no resolverán el daño provocado en la vida de una madre.
Añade Massuh que "la violencia se ha ido valorizando en la manera de pensar moderna. Es como si la violencia hubiese adquirido cierto prestigio como instrumento para conseguir el cambio social y la redención histórica". Es lo que vemos actualmente en nuestra Región.
Frente a estos caminos por los cuales está avanzando nuestra sociedad, como cristianos sólo nos queda rechazar la violencia en todas sus formas, pues si bien para algunos parece un camino justo, es un camino sin futuro y sin retorno. Debemos tomar la decisión de construir una paz basada en el respeto de cada individuo. Ese es el camino que nos indica el evangelio, y no hay otro, si queremos convivir en nuestra Región. Es el camino que Jesús definió como estrecho, pero es el único que lleva a la vida. Y ese camino se transita a través de Jesús, pues él mismo es el camino a la verdadera paz.
Andrés Casanueva,