Fiesta de Pentecostés
Hoy la Iglesia celebra la gran Fiesta de Pentecostés. En muchos lugares se esperó la "venida del Espíritu Santo" con vigilias de oración, igual como lo hicieran en su tiempo los apóstoles reunidos con la Virgen María, la Madre del Señor. Especial importancia tuvieron las vigilias que organizó la Pastoral Juvenil, en los cuatro decanatos de nuestra Diócesis, para recibir aquella "ráfaga de viento impetuoso" (Hech. 2, 1-11). Es el mismo Espíritu Santo que hemos recibido en el bautismo y en la confirmación y que llevó a Mons. Oscar Romero, obispo de El Salvador, a dar testimonio martirial de su fe en Cristo. En una de sus homilías decía: "No debe interesarnos solamente la intimidad santa del espíritu, sino que también el ser instrumentos del espíritu llevando el evangelio que es vida. No es que nos metamos en política, sino es que llevamos el Reino de Dios a los reinos de los hombres porque sin Dios todo humanismo se vuelve inhumano". Mons. Romero fue asesinado, por defender a los pobres y oprimidos, mientras celebraba la Santa Misa. Fue beatificado ayer por el Papa Francisco en la Vigilia de Pentecostés. ¿Cuáles son las exigencias del Espíritu en la realidad de la Región y de nuestra patria? Las necesidades de las familias son muchas y de muy variadas formas.
El Papa Francisco señaló que es necesario "resolver las causas estructurales de la pobreza" para que así la gente pueda tener acceso a los bienes necesarios, especialmente al trabajo, porque allí "el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida" (EG 192). Indica que esto debería "estructurar toda política económica", pero -exclama- "¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia" (EG 203). Y hace un llamado importante: "¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!" (EG 205). "¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!... ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes?" (EG 175). Abrámonos sin temor a la acción del Espíritu Santo, que nos infunda la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia.
Héctor Vargas Bastidas,