El lupino es conocido por quienes se desenvuelven en el mundo agropecuario, pero la comunidad en general tiene escaso conocimiento sobre este grano producido en La Araucanía. Parte de la producción es el llamado lupino "amargo", cultivado mayoritariamente por pequeños agricultores, que es exportado a Europa y países árabes. Los países mediterráneos tienen la costumbre ancestral de consumirlo luego de un proceso de desamargado. Otra parte de la producción es el llamado lupino "dulce", del cual una quinta parte se exporta a países árabes, para consumo humano, y el resto se destina en nuestro país a alimentación animal, incluyendo los salmones que cultivamos en el sur.
De lo anterior se deduce que los chilenos casi no consumimos lupinos directamente. Algo lamentable, ya que este grano tiene un alto contenido de proteína y características que lo posicionan como un alimento de gran valor para la salud humana, con ventajas respecto de la soya. En el último congreso internacional de lupino, desarrollado recientemente en Milán, además de los temas agronómicos, se dio énfasis a las propiedades del lupino para combatir algunos problemas crecientes de la salud de la población: hipercolesterolemia, diabetes, obesidad.
Los especialistas de la Universidad de Milán, que goza de gran prestigio en el ámbito de la nutrición humana, visualizan al lupino como un alimento súper estrella a futuro. Esto, porque se ha comprobado que los alimentos enriquecidos con lupino tienen el potencial para mejorar los lípidos sanguíneos, reduciendo el colesterol total sin afectar las lipoproteínas de alta densidad (colesterol "bueno"). También ayuda a regular el índice glicémico de los alimentos. La harina de lupino, incluida en la harina para pan, ha contribuido a reducir significativamente la respuesta de la glucosa sanguínea, como también los niveles de insulina. A diferencia de otras legumbres, el lupino no contiene almidón, que transformamos rápidamente en glucosa, sino carbohidratos complejos. Además, el lupino actúa como un freno en el íleon, sección final del intestino delgado, provocando sensación de saciedad, lo cual permite lidiar con la obesidad. Asimismo, la fibra que contiene la cáscara facilita el tránsito intestinal, reduciendo el pH del colon, factor muy asociado al cáncer.
Los chilenos tenemos el lupino a la mano, y barato... El desafío es cómo lo incorporamos en nuestra alimentación. Ya que somos grandes consumidores de pan, la sustitución de 10% de harina de trigo por harina de lupino parece una buena opción. El enriquecimiento de pastas es otra. Pero seguramente hay muchas más posibilidades por explorar.
Mario Mera,
Inia Carillanca