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La profesora de la PDI que ahora escribe novelas

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-¿Cómo viviste la década de los noventa en la que está situada tu novela?

-El principio de los 90 lo viví en mi barrio de infancia en La Florida. Más hacia fin de la década, ya como universitaria, entre el Bellas Artes, el centro de Santiago, Bellavista, Plaza Italia y el Campus Oriente de la UC. Mi imagen de los 90 es mirar estos distintos retazos de la ciudad desde la micro amarilla, sentada o de pie, escuchando mi personal estéreo, leyendo un libro o simplemente escuchando conversaciones de la gente. Otra imagen que tengo es entrar a misa en la Iglesia San Francisco en la Alameda, a escuchar la primera lectura. Luego seguía mi rutina diaria. Estar ahí sentada entre oficinistas, indigentes, abuelos y abuelas que vivían en el sector me parecía necesario para comenzar el día.

-¿Por qué narrar una historia desde muchos puntos de vista?

-La elección de distintos narradores me gustó desde un principio. Relativiza el hecho de que existe una sola gran verdad. También me gusta evidenciar lo que la cultura mantiene escondido y en secreto. Tengo un recuerdo literario muy patente: leí con estupor el episodio de "El loco Estero" en el que Alberto Blest Gana relata cómo para un 19 de septiembre, en plena fiesta popular, se aparece el Chanfaina, un hombre deforme que pocas veces salía a la luz. Su aparición provoca el asco, la risa y la repulsión de los asistentes. Creo que desde esa vez me quedó dando vueltas la idea de que saliera un secreto de ese tipo a la luz, un secreto obsceno que provocara entre lástima y morbosidad en sus receptores.

-Piromanía y bondage en tu libro, ¿qué cuerdas pulsas con esas desviaciones?

-Los abordo como hechos que existen, pero que nadie menciona o, mejor aún, que nadie se atreve a confesar. Busqué información en libros de criminalística y ahí aparecían como "perversiones", lo cual me intrigó mucho más. El bondage aparece mencionado como sadismo y masoquismo. Así tal cual: separados. Y me gustó que el protagonista fuera sádico y al mismo tiempo pirómano. Pienso que al incorporar esas características en la personalidad del protagonista, evidencio un Santiago secreto, un Santiago vertido en el diario de vida de un joven que padece estas "anomalías", pero que nunca habla de ellas. Nos enteramos por el relato de los otros. Algo muy típico de nuestra cultura.

Paula Ilabaca evoca los años 90 desde la micro amarilla y desde el centro de Santiago, donde vivió cuando era universitaria.