"Libertad de movimiento"
"No ficción"
"Casa chilena"
"Una vuelta al Tercer Mundo"
"Tito Mundt, el último gran reportero"
Con este volumen de once relatos el Premio Nacional de Literatura 2014 vuelve a sus comienzos, es decir al cuento, mismo género con que inició su oficio en 1967. Correctamente la contraportada los presenta como un conjunto "cruzado por el tránsito de sus protagonistas a otros países", viajes que se emprenden por el exilio, buscando nuevos horizontes económicos o tras un lugar donde ser y estar. Con pericia va presentando historias de infancia y partidas, esas que son inevitables y desoladoras porque los niños son llevados por sus padres y juntos flotan precarios hacia mejores días que casi siempre, en el caso de Skármeta, llegan. También hay relatos más violentos y negros, como el de "Ejecutivo" en el que sobrevuela la envidia y venganza, al igual que en uno de los más largos, "El amante de Teresa Clavel". La mujer también es un personaje recurrente en estos relatos, ya sea como la emancipada azafata de "Huso horario", la fotógrafa madrileña de "Efímera" con su gran desplante en Punta del Este, o la mujer inmersa en una crisis matrimonial de "Corazón partío". Antonio Skármeta también alcanza a explorar en el hastiado de soledad que decide viajar, cual personaje de Poe o Bioy Casares, al alemán oriundo de Santa Cruz, Bolivia, que regresa a sus pagos para el funeral de su "opa".
Con sendos epígrafes de Susan Sontag y Javiera Mena, la última novela de Fuguet habla de ese amor que desuella al que ama y que también se modula como hambre eterna de querer estar con otro, ahondar en otro. Casi entera entregada al diálogo de sus protagonistas, Álex y Renzo, una especie de amigos/amantes que no pueden sostener tal grado, más aún si Renzo niega lo erótico de los dientes hacia afuera pero no puede evitar, y padecer, a la piel y su profundidad. La novela es más que una exploración homoerótica o un cuadro donde ajusta muy bien aquello de que "cada amigo un amor". Es también el recorrido de un ajuste de cuentas, un exorcismo, una expurgación en el tono más coloquial que sin detallar nada perfila un Santiago que cada día se expande más. Una ciudad al caer de la tarde, reverberante de cemento caliente, donde dos amantes truncos se dice las mil y una en un departamento de esos mínimos y con terrazas de vértigo, en esas cuadras donde antes había conventillos, veinte cuadras donde hoy "vive más gente que en todo Curicó".
"Lo tuyo es volver a volver", se dice a sí mismo el protagonista de esta novela cuando sale a recorrer la avenida Irarrázaval y sus viejos barrios ñuñoínos que el exilio destiñó. Es un señor que es dramaturgo y ha pasado ya los 50 años. Vuelve a Chile a finiquitar la venta de la casa en la que vivió su infancia, cuando era un niño a veces abstraído, en otras angustiado esperando la llegada de los padres, pensándolos muertos quizás. El regreso a "la casa chilena" lo instala en un duelo con los arrendatarios que no quieren marcharse, una pareja que está haciendo agua y que son amigos del protagonista. Por mientras sucede esta batalla, que es tensa y demuele moralmente al protagonista, aparecen personajes femeninos que sobrevuelan a este hombre que gusta de Onetti y Billy Joel.
Hay una documentalista que hurga en algunas heridas, su mujer que sólo puede contactar por Skype y una "chica del acordeón" que se vuelve más desazón que pasión para este "torpe y distraído" que parece que ha bajado los brazos hace tiempo ya. Casi al final hay un recurso extraño que más que aportar al relato le da sobrepeso con una sombra innecesaria de vigilancia y paranoia.
El periodista Juan Pablo Meneses recorre diversos puntos del globo donde campea eso que llamamos Tercer Mundo y nos cuenta lo que allí vio y escuchó. Según apunta en el comienzo, "la travesía que viene a continuación no tuvo mayor objetivo que el de intentar iluminar las zonas más oscuras de la aldea global". Una que va desde el barrio de Flores en Buenos Aires, donde presencia los festejos por la asunción del Papa Bergoglio, para enfilar luego a la "ciudad de los gemelos", en el Brasil más campesino, el mismo que ocultó a connotados nazis como Mengele. Cruzando el Atlántico llega a la soleada Senegal para explorar Dakar y sus nostalgias del rally que la cruzaba. Otros destinos van acumulándose: Kuala Lumpur con sus malls, piratería y chatarra tecnológica; la mortal frontera entre Pakistán y la India al lado de una inglesa que guarda una burka en su mochila casi como un talismán; los restaurantes más caros de la hambreada Etiopía donde aprovecha de dar un vistazo a los huesos de nuestra común madre: Lucy; también, y por sólo seis dólares, recrea en Vietnam la dolorosa guerra y en Chiapas cae en el bar La Revolución donde una banda hace covers de The Doors. Por supuesto que Chile también es parte del itinerario: la mina San José de los célebres "33", y la vuelta al Cabo de Hornos en el buque escuela de la marina ucraniana, tan tercermundista que debe solventar los gastos del viaje subiendo a turistas alemanes.
El periodista Tito Mundt iba siempre de abrigo beige y sombrero. Entre sus labios colgaba un cigarrillo y luego otro y otro más. Fumaba como energúmeno y tecleaba como poseído su máquina de escribir con la urgencia de despachar cuanto antes la noticia al diario para que ésta se imprimiera y saliera a la calle. Era veloz. Para hablar, para pensar, para caminar, para imprimir y reimprimir. "Su figura encarnaba al típico reportero hollywoodense", anotó el compilador Lucas Vergara Brunet en el flamante libro "Tito Mundt, el último gran Reportero" de Lolita Editores.
La joya reúne las mejores crónicas de Mundt, publicadas en La Tercera de la Hora entre los años 1955 y 1971.
Mundt -cuenta Vergara Brunet- nació en 1916 y trabajó en las revistas Sucesos, Zig-Zag, Ecrán y Topaze y en los diarios Las Últimas Noticias, La Tercera, Extra y Sensación. Mundt se consagró al periodismo y a recoger las historias de la calle, no las de las conferencias de prensa. Su vida misma, finalmente se convirtió en una comedia. Lucas Vergara Brunet describe: "Mundt acompañó a su novia de aquel entonces a escoger el vestido de novia 26 días antes de la ceremonia. Quien atendía era Kanda. La vio, se encandiló y terminó casándose con ella sin mover la fecha que ya tenía agendada". La historia y relato de su trágica muerte, merece una lectura desde su original. Solo diremos que su cuerpo fue velado en la sala de redacción de la Tercera de la Hora.