Guerras y conflictos son parte de la continua historia humana, justificados por motivos nacionalistas, étnicos, religiosos, libertarios, etc., pero detrás de ellos en realidad mayormente están las motivaciones egoístas de grupos con intereses políticos, económicos o ideológicos y cuyo común denominador es la falta de valores absolutos así como la pérdida de respeto a la vida humana.
Frente a ello se levantan como respuesta el humanismo y el progresismo con su verborrea pacifista y de respeto a los derechos. Pero a pesar de las "buenas intenciones", no logran detener la vorágine autodestructiva de la humanidad que tiene mil formas y caras diversas. ¿Por qué? Porque dado que el humanismo y el progresismo carecen también de un sentido de absoluto y su respeto a la vida humana es manipulado por intereses de grupos, no han encontrado cómo resolver el problema de la moral, la ética y los valores universales provistos por el sentido de lo absoluto.
Lo absoluto nos lanza a la búsqueda genuina de la verdad y no a la mera aceptación de verdades relativas, individuales y hasta contradictorias, que son la marca de estos tiempos.
Por cierto que la filosofía del presente nos quiere convencer de que el problema son las cosas, los tiempos, las circunstancias, los otros. Francis Schaeffer escribía: "El problema no son las cosas externas sino tener el correcto concepto del mundo y actuar de acuerdo con él, el concepto del mundo que da al hombre... la verdad de lo que es". El Talmud dice "No vemos las cosas como las cosas son, sino como somos nosotros". A partir de quienes somos explicamos nuestro mundo, y nos auto-convencemos de dichas explicaciones.
Es evidente entonces que frente a un conflicto violento como el que estamos viviendo en La Araucanía, cada uno, incluidas nuestras humanistas y progresistas autoridades, lo relativicen y piensen que el problema es el otro, los demás, la historia, las circunstancias, y por ende no estemos dispuestos a reconocer que nosotros mismos seamos el problema.
Sin establecer una verdad objetiva, cada intento de solución fallará, pues actuaremos basados en un supuesto errado. La pregunta es si como sociedad estamos dispuestos a buscar una verdad, que aunque dolorosa, nos permita actuar en conformidad. Pero debemos entender que al encontrar la verdad, se requiere que nos comprometamos y sometamos a ella.
Sabemos de lo que hablamos, porque un cristiano verdadero, cuando encuentra la verdad, se compromete interiormente y toda su vida se somete a ella.
Andrés Casanueva, Consejo de Pastores