"El Director de Obra" es la novela que debiera escribir si las condiciones retóricas, culturales y políticas se me dan en un periodo próximo. A través de todo el largor territorial de este magullado país telúrico, existe este personaje asentado en los municipios y que detenta un extraño y delicado poder. Gran parte de la especulación inmobiliaria nacional, planos reguladores, permisos de edificación y otras menudencias pasan por ellos. He conocido a un par, me imagino que usted también, y muchos de ellos son fascinantes, despreciables y hasta queribles, porque están sometidos a presiones tanto verticales, como horizontales. Esta tipología puede habitar en distintas comunas, feas o hermosas, de nuestro país. Imaginen un chico soñador, un arquitecto recién egresado, que quiere un lugar lejano para vivir y que por la vía del programa país, por vocación de servicio -es un ejemplo-, le toca una comuna aislada en donde es, quizás, uno de los pocos, sino el único, profesional, y debe ejercer una pega como la descrita, sufriendo las presiones propias de su alto cargo. Imaginemos, dentro de la trama novelesca, que a este pueblo perdido, llega un inescrupuloso que ve un nicho probable ahí y que junto con un proyecto de turismo aventura pretende alterar un bosque milenario o un glaciar y que con su dinero, presiona al joven funcionario. Este hombre hace una alianza con los poderes fácticos locales, provinciales y regionales, y comienzan a presionar a este pobre chico para que les tramite rápidamente toda la documentación. Esto lo deteriora, no puede resistir las presiones, se pone bueno para el copete, los hermosos paisajes de un comienzo se transforman en parte de lo siniestro que lo persigue. Nada que la biografía personal no tenga registrada, indexada, o incorporado al código de la experiencia. Este joven progresista se ve en una encrucijada que compromete su vida personal y hasta su seguridad. Recordemos que él ha querido entregar, románticamente, su granito de arena al desarrollo posible de un país que ama, y que puede terminar despreciando. Quizás este joven, según el hilo narrativo, tenga algún giro mesiánico y enloquezca. El final de esta historia puede ser abierto, no quiero anticipar su resolución, se lo dejo a un lector más imaginativo que a un narrador entrampado en subjetividades perturbadoras. Es una historia simple, incluso puede ser el elemental argumento de una teleserie o de una película. El asunto está en cómo se cuenta la historia, en los procedimientos. Tal vez uno pueda encontrar una clave en la historia personal del protagonista, en algún misterio que él guarda y que necesite de un lugar aislado para administrar un trauma original. Otra posibilidad es que él vaya a rescatar una historia familiar perdida en la memoria de su tribu. Por otro lado, el viejo tema amoroso no puede estar ausente, incluso puede ser aquello que lo redime, o al revés. Su secretaria en el municipio o la hija de la mujer de la pensión en que se aloja, o la loca del pueblo, o la profesora de la escuelita (que él ayuda desinteresadamente en el proyecto de ampliación de sus dependencias), se enredará con él en alguna complicidad afectiva que lo marcará. Él también hará causa común con los pescadores de la localidad, que deben soportar bajos precios de sus productos y un intermediario que los manipula. En fin, el tópico de "pueblo chico, infierno grande" es bastante certero, como también las ganas de buscar el paraíso en zonas apartadas o en los pueblos abandonados por el Estado.
pueblos abandonados
POR Marcelo Mellado*
* Escritor y profesor de Castellano. Es autor de "La batalla de Placilla" .