El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra "Misericordia". El Padre, « rico en misericordia » envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él ve al Padre (cfr Jn 14,9). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios. Ella es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: Es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: Es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado. En efecto, ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona.
Por eso el Papa Francisco ha decidido proclamar un Año Santo de la Misericordia. Este domingo, en comunión con Él Santo Padre y los Obispos del mundo, tendré la alegría de abrir la Puerta Santa de Temuco en la Catedral. En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza.
Este Año Extraordinario es también un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Es Él el que nos busca. Es Él el que sale a nuestro encuentro. Será un año para crecer en la convicción de la misericordia. Cuánto se ofende a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de destacar que son perdonados por su misericordia.
Hoy, aquí en la Araucanía y en todas las diócesis del mundo, cruzando la Puerta Santa, queremos reemprender con entusiasmo el camino misionero, para ir al encuentro de cada hombre allí donde vive: en su ciudad, en su casa, en el trabajo, en su dolor, en su pecado y esperanza...; donde quiera que haya una persona, allí está llamada la Iglesia a ir para llevar la alegría del Evangelio y llevar la misericordia y el perdón de Dios. Un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo. Que al cruzar hoy la Puerta Santa nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano hacia quienes en nuestra Araucanía, yacen al borde de los caminos, golpeados, heridos, postrados, olvidados y excluidos por un mundo a ratos inhumano e inmisericorde.
Héctor Vargas obispo de Temuco