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¿Cuándo se salvó el Perú?

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Regreso a Lima después de treinta años. Pero luego de tanto tiempo el verbo "regresar" debe ser inexacto. Lo honesto sería decir que llego por primera vez. El visitante que vuelve después de tres décadas no es el mismo. Y además la ciudad -me dicen y lo noto- ha cambiado mucho.

El cielo de Lima, sin embargo, es el mismo que recordaba: cielo gris, inmóvil, fuente de una luz plomiza que opaca a la ciudad. Muchos escritores de esta urbe interpretaron en sus obras esa nubosidad más o menos perenne, que promete lluvia y no cumple. En la más grande de las novelas limeñas, Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa, la luminosidad cenicienta de esta ciudad se vuelve metáfora de una desesperanza social. De pie ante "el mediodía gris" Zavalita se hace su famosa pregunta: "¿En qué momento se había jodido el Perú?".

En mi visita anterior a Lima, a mediados de los años ochenta, me pareció oír esa pregunta en muchas partes: en el decrépito centro virreinal y en los suburbios atemorizados por el terrorismo que empezaba a bajar de los Andes hacia ellos.

Hoy, tras revisitar esta y otras ciudades peruanas, creo que sería posible transformar aquella antigua interrogante pesimista. Ahora la pregunta más apropiada e interesante sería: ¿cuándo se salvó el Perú?

La Lima de hoy crece y bulle bajo el mismo cielo de siempre, pero ya no parece una ciudad desesperanzada. Por ejemplo, la vieja estación de trenes de Desamparados, detrás del Palacio de Gobierno, ha sido transformada en una Casa de la Literatura Peruana. Se trata de un gran museo, bien montado y entretenido, dedicado a todas las manifestaciones de la imaginación y la reflexión literaria. Al recorrido histórico se suman las salas monográficas consagradas a la literatura infantil, así como una biblioteca abierta y un café literario. En estos días se puede visitar una exposición temporal dedicada al poeta limeño vanguardista Martín Adán. La poesía del trágico Adán es potente pero hermética (un verso: "¿Por dónde se sube al abismo?"). La inteligente exhibición consigue acercar esos poemas al público general, y a centenares de escolares cada día. Así, la vieja estación de Desamparados -nombre ominoso y gris- hoy ampara a miles de lectores esperanzados.

En los distritos pudientes de Miraflores y Barranco, la nueva prosperidad peruana amenaza con lo mismo que en todas partes: arrasar lo antiguo en nombre de un progreso inclemente. Sin embargo también acá hay señales alentadoras. En uno de los acantilados, frente al mar, se construyó un gran centro comercial. Pero éste no se alza sino que se hunde, excavado en la pared del malecón. Ésta sería una solución ideal para los males de los malls en todas partes: sepultarlos. Visto desde la ciudad, el centro comercial hundido bajo la línea del horizonte desaparece. Mientras encima de él, sobre su techo, crece el hermoso parque Salazar donde en estos días se celebra la Feria del Libro Ricardo Palma. Un mall enterrado sirve de pedestal a la naturaleza y a la cultura.

Hace medio siglo Sebastián Salazar Bondy, autor de Lima, la horrible, afirmó que su despiadada crítica a la ciudad se sustentaba, en parte, "en la obra y especialmente el pensamiento de los mejores escritores limeños". Pero en la actualidad los mejores autores no parecen fatalmente oprimidos por ese aire "sedoso y tristón" que habría condicionado a algunos de sus antecesores.

Alonso Cueto en su novela más reciente, La pasajera, cuenta una historia terrible y sencilla: una torturada se reencuentra con su verdugo. Estos personajes acarrean por Lima las heridas del terrorismo senderista y la represión. Pero esa historia de plomo que siempre acaba mal, aquí termina bajo una luz optimista que ofrece a la víctima una nueva vida y al culpable una posible redención. En este final abierto a la esperanza me parece escuchar esa nueva pregunta: ¿cuándo se salvó el Perú?

POR CARLOS FRANZ*

* Carlos Franz es escritor. Su libro más reciente es La Prisionera (Ed. Alfaguara).

el espejo de tinta

La Lima de hoy crece y bulle bajo el mismo cielo de siempre, pero ya no parece una ciudad desesperanzada.