Villancicos y luces en las tiendas y malls. Se advierte el "ambiente navideño". Todo el mundo corre deseándose paz y felicidad. Deseos de buena voluntad a los hombres en la tierra. Es una celebración maravillosa que impregna cada hogar de la Región, el país y remotos lugares del mundo. Muchos celebran Navidad con entusiasmo pues es parte del calendario y tradición cristiana.
Sin embargo, muchos de quienes celebran, no creen en Dios ni menos en Jesús. Celebrar en algo que no se cree, no tiene sentido. Finalmente lo que se hace, consciente o inconscientemente es distorsionar el sentido que tiene para los cristianos la Navidad.
Anny, una lectora del Diario Austral me escribió llamando la atención sobre el pesebre en el mall, que presenta a todos los personajes, y sólo el último día aparece en escena el "festejado": el niño Jesús.
Lo que veo en esta realidad comentada por Anny, es justamente lo que se puede apreciar en la vida de muchas personas que celebran Navidad en nuestra ciudad y Región: durante todo el mes corren, se escogen presentes para mostrar afecto. Pero casi nadie está pensando en aquel Jesús nacido en condiciones paupérrimas hace dos mil años, ni menos preguntando por qué vino al mundo.
Y el día esperado, el de la celebración, sólo a última hora aparece en escena (si es que se le da lugar) el festejado. ¿Y no se suponía que éste debería ser el clímax de la celebración? Por que se supone que "celebramos" el cumpleaños del niño Dios.
¿Cuál debería ser el sentido? Navidad nos recuerda la llegada del Hijo de Dios a la tierra, la luz que alumbra toda oscuridad. Nos cuenta la Biblia que la estrella (sol) de Belén iluminó el lugar donde los hombres podrían encontrar a Cristo recién nacido, el mismo que podría alumbrar el resto de sus existencias.
Los pastores llegaron de noche así como los sabios de Oriente, encontrado al bebé en un pesebre. La historia contada nos muestra un humilde pesebre iluminado por un astro, pero evidencia que ningún astro ni lucecita humana podría opacar la resplandeciente luz del Salvador.
Hoy podemos decir que no importa cuántas canciones cantemos, ni cuántas luces encendamos, ni cuántas estrellas nos guíen, ni cuántas carreras hagamos; sólo importa recordar que Cristo nació, que su luz es más resplandeciente que todos los astros juntos.
Como mensaje de Navidad, quisiera extender una sincera invitación a los lectores, a dar la bienvenida en sus corazones al único ser que puede iluminar nuestras vidas desde ahora y por la Eternidad: Jesús el Salvador.
Andrés Casanueva, Consejo de Pastores