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Navidad de reserva

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¿Cuándo dejó de gustarme la Navidad? No lo sé, pero en un momento cierta alegría infantil dejó paso a la angustia y el incordio. En las fiestas, los familiares que no ves durante el año salen de sus cuevas y te buscan, caminando como zombies, al igual que en las películas de George Romero, para que pases las fiestas con ellos. De este lado del mundo el verano suele poner la calefacción al mango y la cosa se pone pegajosa. Es, como cantaba Luca Prodan con cierta sorna, una noche de paz y una noche de amor, por eso miles de personas en todo el mundo se sienten más solas que nunca. Ahí está el amigo que no sabe dónde va a pasar las fiestas, y el laburante que las va a pasar trabajando. Y las personas que aprovechan para comprar y comprar en los negocios que están abiertos hasta muy tarde esperando el nacimiento del niño Dios, es decir, el dinero. Si la Navidad tuvo algo de recogimiento espiritual, nadie parece recordarlo. Cuando era muy chico, armar el arbolito con mis padres, el pesebre con arena de verdad y un espejo que hacía de lago y, posteriormente, poner los zapatos para que lleguen los Reyes Magos, era algo genial. Me acuerdo acostarme a dormir con una alegría infinita. Deleuze dice que la alegría surge cuando uno puede expresar su Potencia. Y que por lo general es el Poder el que trata de que no lo consigas, de ahí viene la tristeza de estas navidades de reserva "como canta Santiago Barrionuevo" que cada uno ejecuta como puede.


"Familias, la vuelta del salmón"

Fabián Casas Lecturas Ediciones 98 páginas

$5.900

Por Fabián Casas, escritor

"Había una vez un pájaro"

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Una madre es un retrato en el muro de una casa; un primer plano de familia feliz. Una madre es un reloj, dice un padre. No saben lo perniciosamente hermoso que es un padre. Hoy llevará a una hija al puerto. Será una Navidad distinta. Caminarán por el muelle hasta la plazuela Aduana y no les importará que la brisa enfríe sus huesos. A lo lejos verán el resplandor de los incendios y es probable que hasta el mismo fuego les cause risa. Cuando una hija le pida que cenen en un bar de marineros un padre le explicará que eso, un bar de marineros, ya no existe. Que un marinero ya no existe. Al principio sus palabras sonarán a mentira, pero luego una hija apagará todos los recelos y se entregará a embustes, chismes, macanas, cuentos porque solo será una hija de un padre. Juntos caminarán por los laberintos del puerto. Se verán despreocupados, impuntuales, sin agujas de reloj. Habrá guirnaldas colgando del alumbrado y letreros que anunciarán una pascua feliz para todos. Antes de medianoche entrarán a un bar de paredes verdes, cubiertas de hollín, y suelo de madera. Será una especie de galpón gigante. No habrá señales de marineros, pero la bruma se colará por la escotilla y traerá los ecos del último naufragio. Al fondo una hija distinguirá un pino con paquetes de regalo. Esto parecerá mentira. Sentados en la barra, frente al espejo empañado que forrará el muro de una esquina a otra, pedirán dos copas de champaña al cantinero. Estarán solos: eso y nada más será la felicidad. Un padre hará rodar entre sus dedos una bolita de pan, que luego arrojará hacia la mejilla izquierda de una hija desprevenida. Entonces una hija se acercará riendo y abrazará a un padre como se abraza a un amigo. O a un amante. Y brindarán por esa felicidad, por sus poros esa noche, por un chillido. Una hija tomará la primera copa de su vida, estará tan pero tan feliz. Estará emborrachándose. Querrá otra copa, pero ya no habrá cantinero ni bruma ni bares. Será solo una copa, ensayará decirle a una madre, pero las agujas de reloj se clavarán en su boca. El olor del pavo con ciruelas lo invadirá todo: una hija sabrá que es casi medianoche. Una madre se impacientará y se le arrugarán los codos de tanto esperar a un padre perniciosamente hermoso. Una hija deseará ver a una madre enquistada en un retrato de familia feliz en vez de tenerla ahí, con sus carnes de carne y hueso. Será solo una copa, rumiará muda, solo champaña. Será apenas un brindis por la perniciosa hermosura.

este cuento está en un libro que fue nominado al altazor.

Alejandra Costamagna Editorial Cuneta

71 páginas

$6.000

Agujas de Reloj

Por Alejandra Costamagna

CARLA DANNEMANN

"La ley de Snell"

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Europa aparece en "La ley de snell", premio de la crítica 2011.

Leonardo Sanhueza

Ediciones Tácitas

74 páginas

$5.000

Estábamos en una esquina de Bruselas

comiendo gauffres calientes junto al Manneken Pis:

lo que suele hacerse en ese tipo de lugares,

sólo que era Navidad y tú aún no nacías.

Tu madre parecía un pez globo

entre las algas movedizas de sus compatriotas

quizás un poco emocionada por llevarte

a oír los murmullos de su tierra sin montañas

y después fuimos a caminar por la Grand-Place

cubriéndonos de nieve con indiferencia

como en esas películas que hablan del espíritu navideño

mientras en otro canal un negro impresionante

inserta una cánula en la yugular de un mamífero

y llena con la sangre un huevo vacío de avestruz

para no pasar hambre en el resto del camino.

Desde luego, acá la Navidad es distinta

y ahora te columpias en el parque Bustamante

bajo un sol de raza que ladra en el cielo

del hemisferio Sur. Ahora te columpias

y te ríes yo no sé de qué. Y viene y se va

lo que tu madre bordó sobre tu vestido: La terre

est bleue comme une orange, ese verso de Éluard

que ojalá no llegue a significar demasiado.

Europa

Por Leo Sanhueza, poeta