La Iglesia de Temuco adhiere a las celebraciones por los 100 años del Diario Austral, que por décadas se ha esforzado por buscar la verdad, sumarse a los grandes anhelos de la Región y su gente, denunciar cuanto nos daña como sociedad, generar espacios para los debates que más importan, compartir la suerte de nuestro pueblo que camina en esta amada Araucanía, anunciar las buenas nuevas que nos llenan de esperanza.
Es que la comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Por ello buscamos una prensa que se afana en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital. Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio. Todos sabemos en qué modo las viejas heridas y los resentimientos que arrastramos pueden atrapar a las personas e impedirles comunicarse y reconciliarse.
Hago propicia esta ocasión para hacer un llamado sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresase cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio. Que nuestro modo de comunicar, nunca exprese el orgullo soberbio del triunfo sobre el enemigo, ni humille a quienes la mentalidad del mundo considera perdedores y material de desecho. La misericordia puede ayudar a mitigar las adversidades de la vida y a ofrecer calor a quienes han conocido sólo la frialdad del juicio. Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado -violencia, corrupción, explotación, etc.-, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones.
Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral. El acceso a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no vemos pero que es real, tiene una dignidad que debe ser respetada. La red puede ser bien utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la puesta en común. El encuentro entre la comunicación y la auténtica justicia, es fecundo en la medida en que genera una proximidad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hermanos en humanidad.
Héctor Vargas Bastidas, obispo de Temuco