Secciones

El cronista que le escribió un libro a su madre enferma

En "Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre", el escritor peruano Sergio Galarza transita por la autobiografía, la crónica y el ajuste de cuentas con la propia memoria. Doloroso e íntimo, el libro se erige como una forma de vivir el dolor de una ausencia. La obra nació justo cuando su madre perdió contra el cáncer, dice el autor, y recuerda que su narrativa entonces fue llevada a un extremo.
E-mail Compartir

Sergio Galarza posee una pluma versátil y las canciones, dice, son una influencia importante.

La mujer que entró, la "extra", se llama Doris Puente Ramírez y es la madre de Sergio Galarza (Lima, 1976) el cronista de las revistas "Etiqueta Negra", "Gatopardo" y "SOHO", autor de libros como "Matacabros" (1996), "La soledad de los aviones" (2005) o "La librería quemada" (2014). Décadas después Doris muere y su hijo escribe "Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre" (Montacerdos). Ahora Doris es la protagonista.

El libro recorre el período en que el escritor peruano se entera del cáncer que afecta a su madre hasta su muerte, pero también se ve cruzado por los errores de su padre y la relación con sus hermanos. Es, ante todo, un autorretrato impecable de Galarza, del niño que partió siendo buen estudiante pero terminó como el peor de su clase, el que se peleaba todas las semanas en el colegio, el que se drogaba y jugaba fútbol hasta que su cuerpo no podía más, el que soñaba tener una biografía errática como la de Ribeyro y le ocultaba sus excesos a su madre, una abogada respetada, escritora, un ejemplo de sensatez.

Tal como en la película de Lombardi, Galarza había relegado a su madre a ser un extra en su vida. "Yo era el centro, y la periferia todo aquello que no podía influir en mi éxito. Mi vieja vivía en esa periferia", escribe. Luego, su madre enfermó gravemente y ahí, cuando ya proyectó su ausencia, se dio cuenta de que se equivocó al dar por hecho que su afecto hacia ella estaba sobrentendido. Y con ello las preguntas, la culpa.

-Ella siempre me reclamaba que no le dedicara un libro y mentía a medias, porque la menciono en uno. Ella quería un libro entero.

-Cuando partiste escribiendo sobre tu madre, ¿era una especie de carta para ti mismo? ¿Siempre supiste que querías publicar?

-El libro era un libro sobre fútbol que se transforma en un libro sobre mi vieja y su influencia en mi vocación literaria, porque ella pierde frente al cáncer justo cuando yo escribía sobre mi pasión futbolera. Nadie sabía que ella estaba enferma. Su decisión fue llegar hasta el límite, nada de quimio ni tratamientos que la dejaran inválida. Por eso, al enterarme, tuve claro que una vida así debía ser conocida. Mi madre cambió la vida de mucha gente, para bien, ejerciendo como abogada.

-En el momento en que tuviste certeza sobre la publicación de "Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre", ¿cambió tu relación con esa escritura?

-Llevo escribiendo desde mi propia experiencia desde hace mucho, pero no había llegado a este extremo. No voy a decir que es valiente. La literatura, o el periodismo, sin esta característica no son nada, está en su ADN. Lo importante es llegar hasta ese lugar del big bang literario y enfrentarse a uno mismo.

-Existe un subgénero bastante amplio de hijos que escriben sobre sus padres, sus pérdidas, ¿leíste algunos de esos libros antes de comenzar a escribir?

-He leído casi todos. Es uno de mis géneros favoritos, como lo son las historias que contaban mis padres en la sobremesa.

-De todos los que leíste, ¿cuáles son tus favoritos?

-"Tiempo de vida" (2010) de Marcos Giralt Torrente, condensa lo mejor de este género, aparte es la historia de la lucha de un artista que busca el éxito y llega tarde siempre. También, "Cosas que los nietos deberían saber" (2008) de Mark Oliver Everett. Me encantan las biografías de músicos. Además, aquí abundan las muertes y el humor negro. "Yo maldigo el río del tiempo" (2008) de Per Petterson, es una novela que tengo subrayada. ¿A qué autor no le gustaría ver subrayado uno de sus libros? Creo que si un día encuentro uno de los míos subrayado, entonces seré un autor feliz.

-Le leí alguna vez a Leila Guerriero decir que el estilo es la distancia que uno establece con el objeto que narra.

-Yo no tengo ninguna distancia. Yo soy de esos escritores que lleva sus historias pegadas al pie. Mi estilo es visceral, narro y reflexiono con las tripas, si es posible una reflexión así.

-Alberto Fuguet dijo hace un tiempo que un escritor no pide permiso, a lo más perdón. En tu caso, ¿pediste permiso o perdón?

-Ni una ni la otra. Mis hermanos sabían que yo publicaría este libro, aunque no les gustara. Lo bueno es que les gustó el manuscrito. No sé qué le parecerá a mi viejo, pero con él tengo una buena relación basada en lo no dicho.

-El libro se lee ante todo como un ajuste de cuentas contigo mismo, ¿Cuánta catarsis hubo?

-Que mi vieja se haya muerto antes de que yo pudiera reconocer su esfuerzo es lo natural. Me duele que haya sido así, pero no es algo raro. Los padres suelen ser más oscuros para los hijos que los hijos para los padres, al menos en mi generación. No me siento más tranquilo respecto a lo que no le dije, pero sé, ahora que soy padre, cómo funciona la vida y las miserias que podemos encontrar.

-¿Tomaste apuntes mientras tu madre estaba enferma?

-No, este libro está escrito en tiempo real y a toda velocidad aunque tardara en publicarse. Ser padre me hizo comprender los miedos que pasan los padres y la entrega hacia sus hijos.

-¿Algunas vez dudaste mientras escribías el libro? Te preguntaste, "¿debo escribir esto?".

-No, en absoluto. Hace tiempo dejé de hacerlo.

-Háblame del epígrafe del libro: "Cumple tu condena hasta la eternidad", esa frase de "Bluer Skies" de The Feelies.

-Escuché esa canción mientras mi vieja agonizaba y me hizo reflexionar sobre mi ingratitud. No puedo ser ejemplo de nada, pero que alguien lea el libro y piense en cómo malgasta el tiempo en sí mismo a veces, ya me parece bastante. Odio sonar como un cura de la autoayuda, pero he volado once horas desde Madrid a Lima y tengo el cerebro frito. Es imposible editar el pasado, ni siquiera la ficción puede.

-Has dicho que el común denominador de tu obra es la rabia, ¿cómo funciona ese tema dentro de "Una canción…"?

-La impotencia de no estar cerca y llegar tarde me mató en esa época. Yo, sin rabia, soy nada. Me criaron como a un chico que debía competir, y eso me sigue costando muchas frustraciones, pero cuando gano no hay quién me aguante.

-Un libro como este, a tu juicio, ¿funciona como un duelo?

-La literatura imprime vidas en nuestra memoria. A eso aspiro.

-¿Cómo dialoga "Una canción…" con tus otros libros?

-Creo que es el libro más rockero de todos.

Buscando a los Stones

-El rock siempre ha estado presente en tus obras. ¿Por qué?

-Las canciones son una fuente inagotable de historias. Es increíble, a veces en una sola línea encuentro una historia similar a otra que yo quería contar y eso me sirve como guía, me ha pasado con Galaxie 500 y Luna, bandas menores para la mayoría de la gente, de culto para algunos como yo. De hecho, mi nuevo libro, el que escribiré cuando mis hijos me dejen, está influenciado por Bobby Peru.

-"Los Rolling Stones en Perú" (2007) fue el primer libro que reeditaste en España. ¿Qué tan importante fue tu formación en periodismo narrativo?

-Si soy tan pesado para editar, aunque no lo suficiente aún, se lo debo a Julio Villanueva Chang y Toño Angulo, ambos de la revista "Etiqueta Negra". Es una suerte conocer gente que te señala tus limitaciones. Lo alucinante al escribir este libro fue descubrir que el clasismo y el racismo en la escena alternativa de Lima era tan fuerte como en un concurso de misses.

Por Javier Correa

En una escena de la película peruana "Caídos del cielo" (1990) de Francisco Lombardi, vemos a Don Ventura, el locutor de radio, y la depresiva Verónica sentados en un restorán. "Te traje aquí porque preparan el mejor seco de cabrito de todo Lima", le dice él a ella, que tiene la mirada perdida. Unos segundos antes de la frase de Ventura, entra al restorán una mujer con su acompañante y se sientan en una mesa apartada. No los volvemos a ver.

"El libro era un libro sobre fútbol que se transforma en un libro sobre mi vieja y su influencia en mi vocación literaria".