El segundo sábado de mayo regresa del horario de invierno, a pesar de las contradicciones de la autoridad central, que había insistido en que el huso horario actual se mantendría al menos hasta 2017, en momentos en que ya comenzaba a activarse una nueva polémica, en especial porque durante otoño e invierno las familias deberían salir de sus casas a oscuras en la madrugada, tal como ocurrió en 2015.
De esta forma, a las 00:00 horas del sábado 14 de mayo, los relojes deberán atrasarse una hora.
La insistencia del Gobierno se debía a que, según sus estudios, se producía un ahorro de energía de 0,88% en el país, lo que significa que por cada casa se dejaron de gastar al mes $2.374. El ahorro energético nacional llegó a 16,5 millones de dólares en todo 2015. Respecto a una de las principales preocupaciones de los vecinos, la relacionada con la seguridad, la extensión de la luz natural diaria contribuyó a una disminución del 2,4% en los delitos en la vía pública. Así, la mantención del horario de verano se fundaba entonces en mediciones estadísticas.
Sin embargo, había otros efectos que tenían que ver con las personas directamente y que eran más difíciles de medir. Lo cierto es que había una sensación mayoritaria contra la medida y, desde el punto de vista político, no era bueno abrir otro frente de conflicto que acentuara las cifras de impopularidad.
Uno de ellos tenía que ver con los escolares y el inicio de sus jornadas, sobre todo en el centro y sur del país. La oscuridad en las primeras horas de clases afecta su rendimiento, debido a los niveles altos de melatonina, la hormona que regula los ciclos de sueño y vigilia por efectos de la luz. En otras palabras, al ser humano le cuesta activarse y funcionar en toda su capacidad cuando la luz natural aún no está presente.
El otro aspecto es el riesgo de salir en otoño e invierno prácticamente a oscuras en las mañanas. Por ello, ha sido positivo que la autoridad haya valorado la opinión de los ciudadanos en este tema.
En esta Región las aguas están muy revueltas. Antes me he referido a la inoperancia como a la falta de voluntad del Estado para ir en búsqueda de una solución; también hemos establecido que existe una deuda histórica de parte de toda la sociedad, aunque no lo reconozcamos. Como Iglesia, sea que nos afecte directamente o no, debemos ser honestos: durante las últimas semanas se han estado quemando templos, y podríamos ser tentados a culpar a algunos, pero no debemos hacerlo a la ligera.
Conociendo a muchos de los actores, y yendo con la verdad por delante, no podemos asegurar que quienes están siendo acusados sean realmente culpables. Tampoco podemos asegurar que sean inocentes. Así mismo no podemos asegurar que se están realizando montajes por parte de los persecutores, pero tampoco lo podemos descartar. Esto es grave, pues nos deja en la indefensión como sociedad, ya que no podemos confiar en quienes se suponen deberíamos hacerlo.
Como Iglesia Evangélica siempre hacemos un llamado a la paz, pero entendemos que si no se impone la verdad, la paz no se alcanzará. Si un solo inocente es declarado culpable, o si un culpable queda libre de castigo, la situación seguirá empeorando.
Por cierto que como Iglesia no pedimos trato preferencial para nadie, sino el imperio de la justicia, aun a sabiendas de las imperfecciones de nuestras leyes. Un trato justo a quienes son acusados, y un juicio ecuánime a quienes se les siguen procesos, es lo menos a que podríamos aspirar. Sin embargo, esto no debería ser sólo una aspiración, sino una exigencia de la misma sociedad regional.
Nuestro rol como iglesia es ser garantes de la verdad e instrumentos de paz, aunque nosotros mismos caigamos víctimas de aquellos que no tienen temor de Dios y que defienden las ideas que les parecen justas. Por ello es que deberemos estar del lado de las víctimas: mapuches y no mapuches, ancianos, jóvenes, niños, hombres, mujeres, policías, empresarios, descendientes de colonos, gente de fe. La misma sociedad, que por falta o por manipulación informativa, está comenzando a ser víctima al juzgar rápidamente, eliminando de plano la presunción de inocencia. Creo que también debemos ser firmes al identificar a quienes no son víctimas de lo que todos estamos sufriendo: la clase política, el Estado y el ente judicial.
Descansamos, sin embargo, en las palabras de la Biblia que nos recuerda que Dios mismo no tendrá por inocente al culpable, pero hará justo juicio a aquellos que siendo inocentes no hemos tratado como tales. Oramos por cada uno de ellos.