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Cuatro escritoras que antes fueron libreras

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Vivir entre libros fue oficio para unas cuantas escritoras empujadas por la necesidad de dinero. Mary Shelley, autora de "Frankenstein", creció rodeada de los libros y ayudando en la venta de ellos en la "Juvenile Library", de la cual su madre fue el cerebro y su padre el dueño. Junto a sus hermanas Fanny y Claire estuvo tras el mostrador hasta que huyó con el poeta Percy Shelley. Otra que recurrió a la librería como fuente laboral fue la escritora londinense Nancy Mitford, quien junto a su hermana Pamela, trabajó en la Heywood Hill en plena Segunda Guerra Mundial. También la Premio Nobel Alice Munro pasó entre los estantes de la Munro's Books de Victoria. El negocio era suyo y de su esposo y al momento del divorcio la librería quedó en manos del marido. Penelope Fitzgerald también trabajó en venta de libros y además se hizo famosa por su obra "La librería".

El arrollador y malhablado paso de Jaime Bayly por Buenos Aires

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El escritor peruano Jaime Bayly estuvo de paso por la capital argentina para promocionar su última ficción "El niño terrible y la escritora maldita" (Ediciones B). Dijo a Infobae que Cristina K. era "una pieza de museo"; Macri, "un político gerente" y Mario Vargas Llosa, "un viejito cascarrabias". También acotó que "La vida no tiene sentido. No hay justicia. Apenas caos. Asumido esto, no nos queda más que aferrarnos al placer. Le guste a quien le guste: a tus padres, a tus hermanas, al gobierno, a los curas o quien sea. Debes perseguir el placer. El modesto sentido de la vida es militar con libertad en el placer".

El efecto autoral

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Nunca me ha gustado la función autoral, dicho más claramente, no me gusta el autor; ese sujeto casi siempre delirante que se cree poseedor de una singularidad especial. La muerte del autor es tema viejo, más de alguna vanguardia quiso herirlo de muerte y la semiología estructuralista sospechó de él y también lo puso contra las cuerdas. Lo concreto es que es una función del discurso que nuestra modernidad sobredimensionó. El autor, igual que el hombre (parafraseando al maestro Foulcault), es reciente, algunos lo hacen nacer en el Renacimiento, pero su conformación estricta es del iluminismo; estuvo a punto de morir con el formalismo ruso, pero lo resucitó delirantemente la economía neoliberal. Siempre he sentido que la literatura, así como la conocemos, no debiera estar supeditado sólo al gesto autoral, hay otros tópicos o elementos discursivos relevantes, como la cita y las variantes que oferta la intertextualidad, es decir, todos aquellos síntomas del discursos que nos dice que todos hablamos de lo hablable, o que ya estamos dichos, que no hay originalidad, sólo variaciones de un mismo tema y recodificaciones. Al imponerse la sociedad del espectáculo se consagra al autor y se hacen negocios con él. Por eso cuando se habla de libros o de música, el sentido común pide autores. Todos ellos suelen conformar un cierto Parnaso o mercadillo estelar; como el modelo que generó la cultura hollywoodense. Esto lo podemos homologar al espectáculo futbolístico, donde los jugadores son héroes aclamados por multitudes, determinados por una capacidad especial que los medios hacen relevante, transformándose en un referente de una comunidad que necesita identificarse con sus estrellas propias. Los que tenemos una concepción más colectiva de los hechos culturales resentimos al individuo endiosado e institucionalizado por las necesidades de un mercado que necesita promover sus productos que, por lo general, paralizan los cambios sociales. Volviendo al fútbol, uno preferiría que se promoviera el juego colectivo y que todo logro de un equipo es producido por el trabajo grupal y no por estrellas que lo condujeron a la victoria. Por eso se valora tanto cuando los equipos chicos, sin grandes estrellas, como el Leicester de Inglaterra, gana un campeonato tan potente como el inglés. En nuestro medio eso también suele ocurrir: recuerdo al mítico San Felipe de Santibáñez. En el caso de poetas y escritores la consagración de un autor suele depender de operaciones político institucionales, de estrategias editoriales, de operaciones promocionales y de situaciones histórico políticas. Yo preferiría hablar del efecto Neruda y no de Neruda mismo, en el sentido de que hay una estrategia que lo precede que es fascinante desde el punto de vista analítico por las variables que intervienen; o del efecto Borges o del efecto Bolaño que es toda una pesadilla para los autores actuales. Cuáles son los derroteros táctico estratégicos de su instalación editorial y mediático cultural. Me apasiona describir ese tipo de estrategias instalativas de autores. El caso de Parra, por ejemplo, es súper interesante, a pesar de sí mismo y de sus torpezas operativas que terminan por volverse a su favor. Una de las estrategias más usadas es aquella que utilizan algunas grupos generacionales que, para desbancar a otra o por posicionarse, resucita a un caído o a un poeta anterior, generalmente poco visible. Hemos sido testigos de cómo grupos de interés culturoso recuperan a De Rokha o a Juan Luis Martínez, sólo para ajustar cuentas con las autorías hegemónicas dominantes que impiden su propio desenvolvimiento.

POR Marcelo Mellado*

* Escritor y profesor de Castellano. Es autor de "La batalla de Placilla" .

Lanzan libro sobre la "farsa de Jadue"

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El crimen es atractivo para la ficción literaria y también para la investigación periodística escarbar la mente de alguien. Sabiendo esto, el periodista deportivo Gustavo Huerta acaba de publicar bajo Editorial Planeta "Jadue. Historia de una farsa", un registro donde saca a la luz "todo lo que los medios nunca antes han revelado sobre el oscuro trasfondo de los pactos, acuerdos, riesgos y negocios en los que Sergio Jadue se involucró". Según Huerta determinación y picardía son las características del dirigente deportivo que dejó al fútbol nacional en crisis. Desde las primeras reuniones que sostuvo en La Calera, su ciudad natal, hasta los encumbrados salones alfombrados de la FIFA. Toda la ruta de una pulsión arribista en busca del éxito.

Los cursos de autoestima del poeta Pohlhammer

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El poeta y profesor de Castellano Erick Pohlhammer invitó a inscribirse en alguno de sus cursos, seminarios y talleres. Bajo el asunto "Por un Chile próspero, participativo y feliz", el poeta convocó a su "millón de amigos" y les informó que se "expandió mi empresa comunicacional". Además pide que se comparta "a los 4 vientos" la noticia.

¿Y de qué son los cursos y talleres?

De "concentración para el rendimiento", para "hablar en público con seguridad" y un curso taller de escritura creativa subtitulado "El placer del texto". Duran cuatro sesiones de dos horas y también ofrece sesiones maratónicas de un solo día.

"Para hablar en público con seguridad" se apoya en el "autoapoyo, la autoestima y el autocontrol". En cuanto al taller de escritura, dice que desarrollará tres áreas: "El orden de la creatividad", "La escritura como forma de felicidad" y "El texto como fenómeno objetivo".

Pablo Larraín presentó tráiler de "Neruda"

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El 11 de agosto se fechó el estreno de la película protagonizada por Luis Gnecco como Pablo Neruda, Gael García Bernal como el policía Óscar Peluchonneau y Alfredo Castro como el presidente Gabriel González Videla. Casi dos minutos dura el tráiler, con logo de la 20th Century Fox incluido, y vemos a un García Bernal obsesionado con la captura del poeta fugitivo, el Neruda de 1948, senador desaforado y declarado traidor de la Patria. Mambos, papeles murales violetas y plantas de hojas verde oscuro decoran una casa enfiestada donde el poeta aparece como un sheik, los ojos delineados, con su gangosa voz entonando el Poema 20. Y huye también, escurridizo por las ciudades, atravesando pasos gélidos de la cordillera junto a Delia del Carril, personificada por la actriz argentina Mercedes Morán.

Y un Óscar Peluchonneau (Gael García) implacable le sigue el rastro sin cejar, en calles, mercados y bosques, parecido al cerco que hace el inspector Javert a Jean Valjean en Los Miserables o como persigue el teniente Gerard al doctor Richard Kimble en "El fugitivo". También aparece el Chile de esa época con las rencillas políticas, los camaradas y descamisados, la misma clandestinidad nerudiana con barba y oficio nuevo.