De la desconfianza al reencuentro
Chile no es, ni puede ser, una nación donde la norma es el pillaje, el saqueo, la incultura, la tontería, o el robo. Es el desafío de reencontrar caminos de amistad cívica y cohesión social y, así, reconstituir el tejido nacional de fraternidad.
Al tratar de comprender lo que hoy día nos sucede como país, y en medio de tantas divisiones, incluso al interior de conglomerados políticos y otros organismos políticos, sociales y económicos, incluso afines, resulta esencial retomar un diálogo ciudadano amplio y generoso. Sobre todo, porque este diálogo debe ayudarnos a construir el presente y el futuro, abriendo espacio a las nuevas generaciones y a los que vendrán. En este sentido, necesitamos un diálogo que supere los obstáculos de nuestra actual convivencia. Es fácil enumerar los problemas, hablar de fracasos y seguir en política el esquema desgastado de gobierno y oposición, y otras dualidades que simplifican pero no solucionan y en nada aportan al país. Es más difícil transitar por caminos nuevos y ser propositivos sobre el país que queremos construir.
Pero hay desconfianza y falta de credibilidad en todos los que ejercemos autoridad, en nuestras instituciones heridas por nuestras inconsecuencias, por faltas de transparencia y hasta por delitos cometidos por sus miembros. Existe desconfianza en la palabra que damos, en la capacidad de honrar nuestros compromisos, y también porque hemos endiosado el dinero, y este verdadero ídolo aparece sonriente en la mayoría de los conflictos vigentes. Hay desconfianza en las Iglesias, en los partidos políticos y dentro de ellos, en el empresariado, en las Fuerzas Armadas, los jueces y hasta en deportistas y el fútbol. Y ningún país puede vivir y crecer sin romper este círculo verdaderamente perverso, si no damos pasos a una nueva manera de vivir y de organizarnos. La desconfianza se supera al poner rostros a nuestras discusiones y humanizar las cifras y mediciones.
Creemos que en nuestra querida Patria poseemos los valores y talentos para construir una tierra de hermanos donde podamos vivir tranquilos y prosperar, valorando nuestras diferencias y reconociéndonos como hijos de una misma historia que requiere ser sanada en la justicia para dar abundantes frutos de paz. Queremos el bien de Chile. Tenemos una mirada esperanzadora del "alma de Chile". Hace pocos días, conmovidos por la muerte de don Patricio Aylwin, gran parte del pueblo de Chile y de sus dirigentes, expresó un homenaje al "hombre justo y bueno", que fue Presidente de Chile en el retorno a la democracia. Se recordó "la política de los acuerdos" tan importante para afianzar la actual democracia.
En este 21 de mayo, estamos desafiados a renovar el amor por la Patria, a superar toda tentación de individualismo, de indiferentismo, de desconfianza y a buscar ante todo el bien común de todos los ciudadanos. Es el desafío de reencontrar caminos de amistad cívica y cohesión social y, así, reconstituir el tejido nacional de fraternidad.
Héctor Vargas, obispo de Temuco