Inquietó a la Región un reportaje realizado por TVN sobre la acción de grupos armados que se definen a sí mismos como resistencia a la invasión occidental de su territorio y cultura. Por cierto, dichos grupos - con accionar en tres regiones - no parecen muy bien articulados entre sí ni conceptualmente claros en su ideario de reivindicación, lo que podría ser muy peligroso por la confusión sobre quién es el enemigo, y también porque potencialmente pueden sumar elementos anarquistas que se les adhieran, aun no siendo parte del pueblo mapuche o siquiera entendiendo la cosmovisión de este pueblo.
El que una organización indígena diga atacar solamente algunos símbolos del modelo usurpador (como maquinarias forestales) y hacerlo sin violencia, no parece creíble. Tampoco parecen tener capacidad para orientar ni menos controlar a grupos ligados a ellos y que dicen, por su cuenta atacan y queman camiones, casas o iglesias. Encender un fósforo y luego arrojarlo al pasto seco es un acto irresponsable. Dichas acciones a la postre les restará cualquier apoyo honesto a sus demandas, aunque sean legítimas.
Por su parte, el Gobierno no parece ser consciente de hasta dónde puede llegar una escalada de violencia, y simplemente actúa con la arrogancia del ignorante, como ha quedado demostrado en las declaraciones de su representante en la Región. El intendente no alcanza a visualizar que la respuesta violenta de parte del Estado no es la vía que resuelve conflictos arrastrados por siglos.
Hoy es claro y evidente que los habitantes de la Región debemos dejar de depender de soluciones centralistas y desarrollemos acciones conducentes a la paz, desde la misma Región. Pero debemos entender que será un proceso de largo aliento, donde poner las bases para un diálogo y desarrollar confianzas tardará al menos una década; luego llegar a soluciones definitivas, no se alcanzará en menos de una generación. Por cierto, enfrentar la situación seriamente y con voluntad real de diálogo, quizás desmotiva al Estado y a la clase política, pues un proceso como éste no reditúa votos al corto plazo.
En tanto, nosotros como sociedad deberemos reconocer que existen reivindicaciones territoriales legítimas - no olvidemos que hubo un despojo territorial histórico- y que cuando éstas se niegan a un pueblo cuyo ethos está conectado a la tierra, se desconoce su propia identidad.
Dios nos ayude a acoger a un pueblo al que se le ha negado dignidad, y logremos caminar juntos como hermanos, entendiendo que la hermandad no se basa en pueriles nociones de patriotismo sino en el respeto a la dignidad del otro.
Andrés Casanueva, pastor anglicano