Algunos servicios de emergencia han dado a conocer su preocupación por el alto número de llamadas falsas que reciben en sus centrales telefónicas. ¿Qué motivará a algunas personas a hacer esas llamadas falsas, molestosas o insultantes? Es algo que cuesta entender, si se considera que en ocasiones significa desplazar vehículos y personal, o dejar de atender otras comunicaciones que sí son necesarias, porque podrían significar salvar una vida. Tal vez se persigue ir contra el sistema establecido, alterar el normal funcionamiento de las empresas e instituciones, la evacuación de oficinas en los casos de alarmas de bomba, y tratar de poner en jaque a las autoridades y a la policía.

Hace unos días, autoridades de Bomberos en Santiago han informado que cada salida de carros por una falsa llamada puede llegar a costar hasta 200 mil pesos, dependiendo de cuán lejos llegan y cuántos equipos tuvieron que desplazar. En el caso de la Armada, en verano se incrementan las comunicaciones falsas al teléfono habilitado para emergencias en el mar, de preferencia para el rescate de personas.

Se estima que en los Samu más de la mitad de los llamados corresponden a "bromas" o pitanzas. Si la gran mayoría de los contactos telefónicos que reciben estos servicios de emergencia son falsos, se comprenderá que sus autores quitan la posibilidad a las personas que de verdad tienen una emergencia, y que -en cambio- encuentran las líneas saturadas.

El Código Procesal Penal faculta al Ministerio Público y a las policías para acceder a la información del número de teléfono que realizó la llamada falsa. Incluso el artículo 222 los autoriza para intervenir las comunicaciones de una persona cuando hay fundadas sospechas, sin embargo, no está clara la sanción. En el Senado se encuentra el proyecto ingresado a trámite legislativo en 2014, que modifica Ley General de Telecomunicaciones, para imponer a las telefónicas la entrega de información a Carabineros y otros servicios de emergencia en los casos de estas llamadas y sancionar con reclusión y multas el uso indebido de la comunicación a esas entidades de urgencia.

Desde hace algunos años se viene discutiendo la brecha que afecta a las niñas en las pruebas estandarizadas de matemática. Paulatinamente, esa brecha se ha ido cerrando en el caso de 4° básico y ha tendido a disminuir en 8° básico y en II° medio, pese a que aún sigue siendo significativa. Como lo han revelado estudios desarrollados en Chile y en otros países del mundo, la ventaja de los hombres en los resultados de aprendizaje en matemática, reflejados en el Simce y en mediciones internacionales como PISA y TIMSS, se sostienen en factores sociales y culturales, en la transmisión de estereotipos sexistas y en un modelo educacional androcéntrico. Así, las autoridades nacionales han mencionado que la intervención en los materiales didácticos, junto a otras medidas que apuntan a incluir la perspectiva de género en el currículo puede estar contribuyendo a nivelar, parcialmente, los resultados. No obstante, al parecer, no se ha puesto la misma atención en el área de lectura. A nivel nacional y regional, y en todos los niveles escolares, la brecha se revierte a favor de las mujeres.

Sobre este punto, ha causado sorpresa la disminución en el puntaje de los hombres de segundo año medio a nivel nacional en la prueba de lectura. Según han informado los medios de prensa, a partir de los datos entregados por la Agencia de Calidad, los hombres bajaron de 259 a 238 puntos entre el año 2014 y el 2015, mientras las mujeres se mantuvieron en 256 puntos. Esta situación está siendo estudiada en la Región de La Araucanía y se observa, de manera dramática, que la brecha en este sector de aprendizaje, lejos de disminuir, se incrementa cada año. Sólo para ilustrar: en el año 2006 las niñas de 4° básico de La Araucanía obtuvieron 7 puntos más que los niños, cifra que llegó a 13 puntos en el año 2014. Similar situación se observa en II° medio, donde la brecha pasó de 8 puntos en el año 2006 a 13 puntos en el 2014. Sólo en 8° básico se ha presentado una diferencia estable entre hombres y mujeres en los distintos años de medición. Sin embargo, dicha diferencia no es nada alentadora, puesto que las niñas superan los resultados de los hombres en 12 puntos.

Es altamente probable que las razones de la ventaja de las niñas en este sector de aprendizaje estén también relacionadas con los estereotipos sexistas y con los prejuicios de género - más o menos explícitos - fuertemente arraigados en el sistema escolar. Los resultados nos señalan que así como se ha abordado la brecha de género en matemática y se ha avanzado de acuerdo a la tendencia mundial, se hace necesario transparentar y tomar medidas en el área de lectura. De lo contrario, estamos frente a una medida parcial que difícilmente generará cambios sustanciales en el orden tradicional de género y en las oportunidades futuras de hombres y mujeres.

María Cecilia Fernández Darraz investigadora Observatorio Regional UC Temuco

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