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Nuestro poeta

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Por Mauricio Rivas Alvear

Director Diario El Austral

Durante estas últimas semanas he podido conversar en reiteradas ocasiones con el poeta Elicura Chihuailaf Nahuelpán. Pude, además, conocer su casa azul en la comunidad de Quechurehue y compartir con parte de su familia.

Y fue en ese espacio de inspiración del poeta donde advertí su real importancia.

Confieso que no soy un experto en poesía, en este género literario que se caracteriza por ser la más depurada manifestación de los sentimientos, emociones y reflexiones que puede expresar el ser humano en torno a la belleza, el amor, la vida o la muerte. Sin embargo, la simplicidad que transmite Elicura hace que cualquier aprendiz se interese por la sensibilidad que promueven sus palabras.

El poeta, nuestro poeta, tiene ese don de la sencillez y la humildad tan difícil de percibir con claridad en la actual sociedad. Y lo que impresiona es, precisamente, su capacidad para traspasar esas virtudes humanas a su obra.

Como conversador, y por sobre todo escuchador, le otorgo especial valor al discurso y pensamiento de Elicura, quien a pesar de conocer la injusticia de cerca mantiene un mensaje conciliador y esperanzador.

Que hoy, por segunda vez consecutiva, la Universidad de La Frontera esté liderando su postulación al Premio Nacional de Literatura no es casualidad.

Tengo la convicción de que los impulsores de esta candidatura también evaluaron otros elementos que van más allá de su aporte poético, como, por ejemplo, lo que representa Elicura como persona y, principalmente, por su decisión de defender la identidad y sabiduría del pueblo mapuche, promoviendo sus costumbres y tradiciones llenas de espiritualidad y simbolismos.

Cuando conversábamos en el cálido segundo piso de su casa azul, le pregunté si la eventual obtención del Premio Nacional de Literatura sería un espaldarazo para la cultura mapuche. Me respondió lo siguiente: "Desde luego, sería un reconocimiento a su sabiduría, a la profundidad de un conocimiento que la chilenidad debiera conocer mejor y porque eso contribuiría, creo yo, a que de una buena vez el país asuma su hermosa morenidad".

Elicura está convencido que este premio podría ser un punto de inflexión en este clima de descontento y en esta crisis de convivencia que vive la Región.

En lo personal, creo que su eventual otorgamiento sería un avance para descifrar esa mirada conciliadora que aún sigue ausente en la Región.

Para fundamentar la importancia que tendría para La Araucanía el eventual galardón para Elicura habría que revisar la historia del premio. Este fue fundado el 9 de noviembre de 1942, bajo la presidencia de Juan Antonio Ríos, siendo considerado, hasta la actualidad, como el mayor galardón del campo literario en nuestro país.

Se bien a lo largo de su historia varios de los ganadores han estado vinculados a La Araucanía, como los mismísimos nóbeles Gabriela Mistral y Pablo Neruda, sólo tres de ellos nacieron en esta Región.

El primero de ellos fue Diego Dublé Urrutia, nacido en Angol en 1877. Este poeta, diplomático e ilustre miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua, recibió el Premio en 1958.

El segundo de la lista fue Gilberto Concha Riffo, cuyo seudónimo fue Juvencio Valle. Nació en 1900 en Nueva Imperial. Fue director de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) y uno de los fundadores de la Comisión Chilena de Derechos Humanos. El también poeta obtuvo el Premio Nacional en 1966.

El último hijo de esta Región en recibir el Premio Nacional de Literatura fue el imperialino Miguel Arteche Salinas, quien falleció hace casi cuatro años en Santiago. Destacó especialmente en la poesía y perteneció a la legendaria generación de escritores de 1950. Arteche obtuvo el Premio en 1996.

Desde su creación, el Premio Nacional de Literatura se ha entregado en 52 ocasiones, por lo tanto llama la atención que una región caracterizada por ser semillero de grandes talentos literarios lo haya recibido sólo en tres ocasiones.

Los mencionados coterráneos han sido justos ganadores de esta distinción, lo que, sin duda, representa un orgullo para la comunidad regional.

Sin embargo, nuestro actual postulante tiene una marcada diferencia en el transcurso de su carrera, por lo cual su candidatura es aún más valiosa. Elicura Chihuailaf ha desarrollado su obra desde su propia Región, nuestra Región, y se ha resistido a cualquier insinuación migratoria. Ha dicho que no se moverá de Quechurehue ni se desprenderá de su amada Araucanía. Como me lo confesó en una entrevista: "Nací en esta casa azul, y en esta casa azul espero morir".

Pero este fuerte arraigo no sólo tiene que ver con temas afectivos. El poeta tiene la convicción que la esencia de su obra está en la riqueza, la belleza y la sabiduría de la cultura mapuche, y por lo tanto no puede ausentarse de su territorio para seguir desarrollando su talento literario.

En ese sentido, para agregar un nuevo elemento a la conveniencia de que Elicura Chihuailaf pueda obtener el Premio Nacional de Literatura habría que mencionar que estamos en presencia del máximo precursor actual de la poesía mapuche, trabajo que siempre ha sido ignorado en la entrega de este galardón.

Por ello, la eventual obtención de este Premio no sólo sería un bálsamo de optimismo para la Región, sino que, también, sería un estímulo para la cultura, el conocimiento y los cientos de artistas mapuches que ven en la figura de Elicura un espejo para cumplir sus sueños en el mundo de las artes y la literatura.

Un tercer y último elemento que valida la importancia de que este Premio llegara a tocar las puertas de la casa azul, es el clima confuso que se vive en La Araucanía. Para el poeta, este galardón puede ser un punto de inflexión en los problemas de convivencia de la Región y en el anhelo de promover un nuevo trato.

Tras leer las memorias del poeta, plasmadas en su décimo primer título -"La Vida es una Nube Azul"-, no hago más que reafirmar mi convencimiento de que si hay alguien que merece el máximo galardón literario que entrega el país es Elicura Chihuailaf.

Insisto, no sólo por la riqueza de su obra, sino que, también, porque el pueblo mapuche merece un reconocimiento a su aporte cultural y porque esta Región, nuestra Región, también requiere de estímulos positivos para alimentar su orgullo y su indiscutible influencia en el mundo de las artes.