Estando fuera del país sigo los acontecimientos por la prensa: leyes que no logran frenar femicidios y abusos; delincuencia que cada día se desata más violentamente, y la de cuello y corbata más perversa y ambiciosa; reformas que en su origen tenían un buen propósito (al menos así planteadas) pero que en su discusión están mostrando sus reales y nefastas dimensiones; intentos del Gobierno y Congreso que pretenden detener la corrupción pero cuyos proponentes no parecen tener solidez moral; regiones en que la autoridad inoperante se desentiende de las crisis reales no logrando responder a demandas históricas ni a la indefensión de sus habitantes, a quienes se les abandona a su propia suerte; continuo discurso sobre lo irrelevante y nefasto de la fe empujándola a un enclaustramiento no opinante que anima ataques directos hacia iglesias; imposición de intereses de pequeños grupos sobre la sociedad gracias a la apatía de ésta; un país que rechaza a sus gobernantes y una clase política sumida en sus propios intereses discurseando ficticiamente sobre las problemáticas de la ciudadanía; debate sobre la gratuidad de la educación sin que nadie haya definido calidad que fue la discusión inicial; intentos por legalizar asesinato de no nacidos presentándolo como derecho humano; abuso constante de aquellos que predican (desde el púlpito o desde la testera partidista) igualdad, solidaridad, accionar ético a una ciudadanía sumida en su propia ignorancia y mala memoria; mucha opinión pública en redes sociales pero falta de acción concertada y propositiva, etc.
Me pregunto: ¿Alguien sabe hacia dónde vamos? Con tantas agendas ¿nos damos cuenta que estamos hundiendo o dejando hundirse al país? Veo lo mismo en otros países que estoy visitando. El asunto no parece poder resolverse gracias a un modelo neoliberal o socialista. Ambos han fracasado no por el modelo en sí mismo, sino por quienes lo administran.
Quienes adscriben a uno u otro modelo piensan que la agenda salvará la crisis. Pero ¿de verdad se puede luchar contra la corrupción, la violencia, el abuso, la inoperancia, la inacción, la ambición, la miopía, el desinterés, la falta de voluntad, la liberalidad, la mala memoria, la ignorancia, etc. solo elaborando agendas?
El escenario no es auspicioso. ¿Habrá algún tipo de salida? Ni agendas ni modelos darán respuesta a esta crisis. Los cristianos hemos aprendido que en las peores de nuestras circunstancias es cuando Dios se acerca a nosotros, y debemos buscarlo mientras pueda ser hallado. Creo que es momento de hacerlo.
Andrés Casanueva, pastor anglicano