En Chile se podría pensar que muchas de las nefastas cuestiones que vemos a diario sólo suceden aquí. Dado que estoy constantemente viajando por Latinoamérica, me mantengo al día de lo que está pasando en otros países. Luego de comparar realidades se puede llegar a una conclusión simple: ni para ser corruptos somos muy originales. Los casos que se ven en nuestro país no son muy diferentes a los de otros.
Ello ha generado una evidente desconfianza hacia las clases políticas en todos los países; pero llama la atención el aumento de personas que quieren correr por esos intrincados vericuetos de la política actual. Hoy tenemos muchos candidatos a concejales, alcaldes, congresistas y presidente. Uno se pregunta cuál es la motivación de fondo.
En Perú me encontré con una columna escrita por Mario Saldaña que evidencia la cercanía de dramas que vivimos en esta área. El autor refiriéndose a la corrupción que afecta al Perú y que tiene sus tentáculos puestos en toda la clase política, como en Chile, dice "… aquellas iniciativas políticas que disfrazadas de supuestas buenas intenciones 'por el bien del país', 'la justicia social', 'la inclusión de los pobres', etc. (toda esa perorata a la que estamos acostumbrados), esconden proyectos personales o grupales en pos del enriquecimiento individual o colectivo". Luego añade "… lo relativamente fácil que puede ser armar un proyecto político hoy … (con la justificación que usted quiera, sean sus promotores de izquierdas, derechas, centro, arriba o abajo, …) y conseguir el financiamiento … que no sólo financie, sino que le cambie radicalmente la vida a los promotores".
Cuando la ciudadanía no castiga de verdad los actos de corrupción (quizás por que la sociedad de alguna manera se ve representada por quienes cometen estos actos y por tanto se permite el engaño) la situación se extiende. El verdadero castigo más que legal debería ser social, si la sociedad tuviese consciencia de ello. Pero como nos dice la Biblia, la raíz de toda corrupción se anida en el corazón de quienes no tienen temor de rendir cuentas ante un Ente superior. Y como nuestra sociedad cada día está más alejada de Dios, es un buen caldo de cultivo para ello.
Como dije al principio, nuestras realidades no son muy diferentes en cuanto a raíces y efectos, así como tampoco lo es el inusitado interés en una actividad tan desprestigiada, y que cada nuevo candidato promete cambiar. ¿Cómo se explica esto? La conclusión a la que llega Saldaña y con la cual coincido es "… Simplemente, porque la política puede ser un gran negocio".
Andrés Casanueva, pastor anglicano