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Benjamín Vicuña y Daniel Muñoz vuelven a compartir protagonismo en la TV

TELESERIE. Una década después de la serie "Huaiquimán y Tolosa", los actores harán dupla en "Un diablo con ángel" de TVN.
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Amelia Carvallo

Los actores nacionales Benjamín Vicuña y Daniel Muñoz, que hace una década protagonizaron la serie de televisión "Huaiquimán y Tolosa", han vuelto a trabajar juntos. Esta vez hicieron dupla en "Un diablo con ángel", la próxima teleserie nocturna de TVN que debutará el primer semestre de 2017.

La producción nacional es una comedia que sigue los pasos de Gaspar (Benjamín Vicuña), un ejecutivo exitoso, desconsiderado y seductor que sufre un accidente en auto que lo deja al borde de la muerte. Al llegar al Cielo se dictamina que no es digno de estar allí y que debe irse al infierno; pero también se constata que su muerte ha sido una especie de "falla del sistema" y se le concede una segunda oportunidad a cambio de transformarse en una mejor persona para no irse al infierno. En ese proceso de vuelta a la vida lo acompaña Benito, un torpe ángel de la guarda (Daniel Muñoz) que también está a prueba en las jerarquías celestiales y debe renovar sus credenciales.

Una de las principales metas del protagonista es encontrar algo que nunca ha tenido: el amor verdadero. Con su historial de picaflor, Gaspar ha ido de flor en flor sin reparar en Blanca (Elisa Zulueta), su atenta y fiel secretaria, madre soltera y sin novio. Otros personajes femeninos son el de Berni (Begoña Bausauri), la polola de Gaspar, Feña (Catalina Martin), la alocada amiga de Blanca y Bárbara (Josefina Fiebelkorn), una DJ que es la "amiga con ventaja" de Gaspar.

áNGEL ENTUSIASTA

"Este ángel no hace muy bien su trabajo y por alguna razón lo ponen a cargo de este pequeño gran demonio que es el personaje de Benja y de paso, digamos, limpiar sus papeles y recuperar su estatus como ángel", cuenta Daniel Muñoz. "Es un ángel muy entusiasta en este Cielo que está planteado como una especie de gran empresa, no necesariamente como se podría esperar de un Cielo donde todo es bueno, es un Cielo un poquito con aires de corrupción, acercándonos a cómo funciona todo el sistema empresarial, político y gubernamental en Chile", explica el actor.

"En este extraño Cielo, Benito es de una ingenuidad y bondad casi irrisoria y lo primero que debe lograr de su tarea en la Tierra es hacer creer a Gaspar que es real y no un desajuste mental. Gaspar no lo cree nada, no le compra nada y la tarea de convencerlo es bastante difícil porque tiene que entrar en su corazón", resume Muñoz, quien considera "raro que justamente pongan al lado del personaje de Benjamín a un ángel torpe, que no hace bien su trabajo. ¿Cuál es el fondo de todo esto? Quizás no necesariamente quieren que el personaje se quede en el Cielo sino que definitivamente termine en el infierno. Eso es algo que se va develando en el transcurso de la historia".

- ¿Cómo ha sido volver a trabajar juntos?

- Con Benjamín habíamos trabajo juntos en teatro y televisión, tenemos cada cierto tiempo encuentros profesionales. Las grabaciones terminaron hace tiempo y fueron bastante arduas. Debo reconocer que el trabajo con Benjamín fue muy agradable, aunque gran parte de mi trabajo fue solo, caracterizando a personajes que participan en este Cielo empresarial pero los momentos en los que trabajé con Benja, y el resto de la gente también lo comentaba, hay una química que se mantiene que hizo posible el éxito que tuvo la serie "Huaiquimán y Tolosa".

Entre Colegas

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Almorcé con un amigo que venía de Buenos Aires, un escritor y periodista de Valparaíso radicado allá hace varios años. Trataré de ser lo más fiel posible con lo conversado. Cociné unos tallarines con una especie de salsa tipo pesto hecha a la rápida, pero que funcionó bien. Conversamos sobre literatura argentina y chilena, pero no en términos comparativos, sino más bien para contrastar modelos instalativos de escrituras y de procedimientos autorales. El funcionamiento del campo cultural de cada país es bastante diferente, son otras las directrices y los puntos de vista, aunque la sacralización del mundo editorial es la misma y hay fenómenos que se repiten, como la irrupción de las editoriales independientes o la cuestión de género. Mi amigo, creo, se fue para allá porque consideraba que había una superioridad estética allende los Andes, si se puede hablar así, de la literatura trasandina, o consideraba, simplemente que no es tan provinciana como la nuestra. Las continuidades y rupturas de nuestra tradición parecen situarnos muy arcaicamente en relación con la otra. Las nuevas narrativas, dicho en plural, tendrían mucho ese ingrediente ingenuo de pretensión de novedad y con mucha voluntad de quiebre, sin filiaciones o paternidades escolásticas asumidas, exhibiendo en cambio, una profunda marca efectista. Habría mucha obra que responde a un mismo procedimiento autoral, como sería el caso del paradigma Diamela Eltit en la escritura chilena de género.

Llegábamos, además, a la conclusión de que otra de las regularidades era la obsesión por los temas de memoria y relativos al golpe del 73 mirados desde la infancia, como un tema pendiente que se le exige a la narrativa, incluso eso está redactado en varios llamados de la crítica, hacer la novela del golpe. Y la variante que hace protagonizar la infancia bajo la dictadura es parte de una estrategia editorial de lo que se hace llamar "generación novísima". Todo eso muy ligado a la biografía y a la crónica familiar. Todas estas líneas de trabajo son impuestas por un medio restringido que combina academia, editoriales y eventos culturosos. La clave es la dependencia con el sistema de la crítica periodística, la postulación a becas y postgrados y las conversaciones institucionales para la toma posicional. Uno de los flancos que se abrieron fue la invención de las editoriales independientes, que en parte entronca con el espíritu de las editoriales cartoneras que generan una especie de socialización de la cultura. Hay un juego democratoide en relación con el acceso a libro que tiene un efecto pedagogista muy potente.

Le recordaba a mi amigo que en el contexto del movimiento literario Pueblos Abandonado, que creamos algunos escritores de provincia, habíamos discutido esos temas y habíamos decidido tomar partido por un imaginario que reivindicara viejos tópicos territoriales con un rediseño lúdico, tampoco implicaba recuperar el criollismo, pero sí ajustar cuentas con esa generación del 50 (Donoso, Giaconi, Lihn y otros) que despreciaron las otras prácticas territoriales, considerándolas campechanas o fuera de los cánones de la liga moderna.

Mi amigo, me recordó algo inquietante a ese respecto, la filiación que tendría Manuel Rojas con el grupo de Boedo (en esa división clásica de la literatura argentina que da cuenta de esa cisura entre los de Florida y Boedo). Y por cierto la regencia de Borges como eje potentísimo de una ficción fundante, pero también la tradición fuerte de un criollismo republicanista muy poderoso. Esas tensiones aquí funcionaron de otra manera. Y gran parte de los nuestros quisieron o tuvieron que salir al extranjero o sucumbieron al "horroroso Chile".

Siempre o cada cierto tiempo, intentamos rehacer el mapa del deseo escritural de Chile para ver qué lugar ocupamos en el territorio. Se trata de una tarea inútil desde el punto de vista del trabajo sobrevivencial que debemos realizar los que vivimos fuera de Santiago, porque para todo escritor chileno o local la vida literaria de verdad está en otra parte, muy lejos de aquí. El almuerzo terminó sin grandes sobresaltos cuando acompañé a mi amigo hacía la escalera que bajar para acceder al plan de Valparaíso.

Marcelo Mellado