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Tres sobrevivientes de tragedia aérea en 1977 cuentan su historia

RELATOS. El 24 de julio de ese año, un avión de la Fuerza Aérea cayó en un bosque de eucaliptos en Puerto Montt. Tras el impacto fallecieron 38 personas, pero sobrevivieron 44 en gran parte gracias al actuar de los temuquenses, ex soldados de la institución armada.
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Camilo Garrido

Pena. Miedo. Nostalgia. Adrenalina. Un mar de emociones evocan accidentes aéreos, como el que enlutó al Chapecoense el 28 de noviembre, para tres temuquenses sobrevivientes de una tragedia sobre un avión que ocurrió hace 39 años, pero cuyas imágenes retornan a las víctimas como si hubiese sucedido ayer.

Era el 23 de julio de 1977, un día de tormenta y nieve en el extremo sur del país. Un avión de la Fuerza Aérea de Chile (Fach), el Douglas DC-6B, partió desde la base aérea de Punta Arenas con efectivos y familiares y con destino a Santiago. Sin embargo, cerca de las 19 horas todo se convirtió en tragedia. Tras 1.294 kilómetros de vuelo, un desperfecto provocó que la nave cayera sobre un bosque de eucaliptos, a menos de un kilómetro del aeropuerto El Tepual en Puerto Montt.

Como resultado, los siete integrantes de la tripulación fallecieron, 31 pasajeros murieron y 44 sobrevivieron, entre ellos cinco soldados, todos provenientes de Temuco. El hecho se registra como uno de los accidentes aéreos con más víctimas fatales del país.

Los pasajes de ese día siguen incomodando a Alberto Coronado Pinilla, quien hoy ejerce en la mantención electromecánica para las prensas del Diario El Austral y otros periódicos del país, una labor que inició justo después de salir de la institución armada en 1978 y que mantiene por 38 años.

Coronado era uno de los cinco soldados de la Fach que atendieron a las víctimas que permanecieron al interior del avión que, tras el impacto, había empezado a incendiarse. La tarea no fue fácil en ese entonces: un grito de "sálvense quien pueda" motivó a los cinco sobrevivientes de la Fach a correr y a alejarse del lugar por miedo a que la nave explotara. "Un rato después volvimos a rescatar a los pasajeros, entre quebrados y quemados", explicó, todo a metro y medio de altura, ya que los restos del avión se encontraban sobre los árboles.

A raíz de su oficio, Coronado debe trasladarse en avión de Temuco a Santiago y de vuelta, varias veces en el año. Dice que no es fácil prepararse para un viaje. "Anoche me costó quedarme dormido por el viaje que tuve hoy en la mañana. Me pasa cada vez que tengo que viajar", dijo.

La tragedia del Chapecoense lo golpea. Tan fuerte como la caída del avión, dice. "Murieron tantos cabros jóvenes. Es una edad donde están recién partiendo", comentó Alberto Coronado. Pensando en la tragedia que enlutó al fútbol brasileño, reconoce que lo más doloroso de los accidentes lo reciben los familiares, quienes apenas saben lo que sucede en los primeros minutos. "Incluso yo aparecía en la lista de los fallecidos. Mis papás casi se mueren", recordó. Esa información preliminar motivó a su familia a viajar a Puerto Montt y se encontraron en un abrazo inolvidable. "Hoy, mi mamá siempre me protege antes de viajar en avión", cuenta.

Julián Carrasco en su juventud estudiaba en el Instituto Claret y era monaguillo de la parroquia Corazón de María. Sin embargo, una interrupción en su programa escolar derivó en su cambio de vida. "No terminé el tercero medio y entré a la Fuerza Aérea en 1977. Ahí empieza mi historia", asegura, historia que continuó con su traslado a Punta Arenas como cabo de reserva y terminó con su licenciatura como cabo segundo.

Lo ocurrido, para él, fue una seguidilla de mala suerte. Estando en la Fuerza Aérea, Carrasco programó una salida para vacaciones de invierno. Su avión de partida se canceló, pero desde la jefatura le informaron que tenía una opción: un avión que trasladaba a efectivos. "Coincidí justo con la caída del avión", contó.

Mientras conversa con El Austral, Julián Carrasco transpira, tirita, los recuerdos lo atormentan. Incluso, cercano al accidente, rechazó una entrevista con Alfredo "Pollo" Fuentes. Sin embargo, al rato, y ante una tragedia como la ocurrida en Colombia con el equipo brasileño, trae a colación una frase que, en la práctica, lo tranquiliza. "Nunca he perdido mi fe en mi vida. Es lo que le he inculcado a mis hijos y ahora mis nietas", dijo.

Anímicamente, el menos afectado por lo sucedido pareciera ser Héctor Inostroza Parada, de 59 años. Dice que hoy no le persiguen los recuerdos, aunque guarda una llaga que atribuye al fuerte golpe que recibió en la cadera: "Ando con un dolor y un cojeo de hace rato. Yo creo que fue por el impacto", argumentó.

El día del accidente, después de un año y medio sin ver a su familia (estando en la Fuerza Aérea), Inostroza quiso darle una sorpresa a sus seres queridos en Temuco, pero esa sorpresa llegó aún más lejos: "Mi mamá pensó que yo venía de ayudar desde Punta Arenas al avión, pero resulta que yo iba en ese avión".

Su apego con la religión es algo que incluso en ese momento le acompañó, algo que arrastra hoy, también. Y, claro, es una fe que también llega a él con accidentes como el del Chapecoense, según lo que consigna. "Cuando pienso en esos chicos, lo lamento, pero pienso que sólo Dios sabe cuándo partir", indica.

Un aterrizaje forzoso

Como una anécdota, Julián Carrasco contó que debió afrontar un vuelo muy similar al de 1977: era de noche y una tormenta azotaba a su llegada a Punta Arenas. "La azafata pedía un médico varias veces, porque yo no podía más", recuerda Carrasco. Tras reiterados avisos, la asistente aérea finalmente llamó al exsoldado a la cabina del capitán. Allí se formó una inesperada relación: uno de los pilotos era descendiente de la familia Latorre la que perdió a integrantes en el accidente. Tras recordar la tragedia y afrontar sus miedos, ambos discutieron el aterrizaje del vuelo. "Al final, aterrizó parejito, ningún problema", dijo Julián Carrasco. Esto, dice, lo ha ayudado.

82 ocupantes había en el Douglas DC-6B al partir desde Punta Arenas la tarde del 24 de julio de 1977. De ellos, sólo 44 lograron salir con vida de la tragedia.

1.294 kilómetros había volado la nave desde Punta Arenas hacia Santiago, hasta que cayó y se desintegró a menos de un kilómetro del aeropuerto El Tepual de Puerto Montt.

5 soldados de la Fuerza Aérea que viajaban en el avión y sobrevivieron al accidente eran temuquenses. Además, cinco integrantes de la Fach fallecieron tras el impacto.

años han pasado desde la tragedia a metros del aeropuerto El Tepual en 1977. 39

kilómetro del aeropuerto El Tepual de Puerto Montt, el avión DC-6B, con 82 personas a bordo, con cinco temuquenses a bordo. 1