Noruega ocupó el primer puesto como país más feliz del mundo, según lo afirma el estudio World Happines 2017, realizado por la Universidad de Columbia en Nueva York.
Se trata de un ranking que mide el bienestar de 155 naciones del mundo, tomando en cuenta información que se basa en el producto interno bruto per cápita, la esperanza de vida y cuatro factores de encuestas globales. Calificando del 1 al 10, las personas encuestadas responden por el apoyo social que reciben si algo va mal, su libertad para poder elegir sobre su vida, su sensación de corrupción en la sociedad y cuán generosos se consideran.
Es difícil definir el concepto de felicidad cuando sólo nos remitimos a su vinculación con el estado de ánimo, en condiciones que se trata de un fenómeno bastante más complicado. Indudablemente intervienen aspectos económicos, de seguridad, asuntos familiares, contextuales, como áreas verdes, deporte y hasta la carga genética de las personas.
Hay bastante consenso en que la felicidad puede ser cimentada, incluso más allá del ADN, o las situaciones contextuales del medio que nos rodea.
No obstante, es difícil obviar que la mayoría de los países nórdicos esté en una posición cómoda. Noruega es seguida por Dinamarca, Islandia, Suiza y Finlandia. En el otro extremo, el país menos feliz es República Centroafricana. Le anteceden Burundi, Tanzania, Siria y Ruanda, todos ellos una situación de pobreza extrema.
Chile, en tanto, es el país más feliz de Sudamérica, ubicándose en el puesto número 20 a nivel mundial, por sobre Brasil ( 22), Argentina (24), Uruguay (28) y Colombia (36).
Al tiempo, el reporte también estudia las relaciones de inequidad como un factor que afecta la felicidad de un territorio. Es indudable que el asunto no es nada de trivial, ya que la búsqueda de la felicidad es una aspiración legítima y hasta deseable para cualquier sociedad organizada. Así también parece evidente que para lograr tal objetivo es necesario trabajar juntos. Sólo así se avanza.