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Estudio de la Ufro revela cómo se alimentan las familias de Temuco

RESULTADOS. El 84% requiere hacer cambios en sus hábitos de compra y un 16% no puede acceder a lo recomendado. El llamado es a consumir alimentos sin sellos, colorantes o edulcorantes y evitar aquellos que vienen listos para servir.
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Andrea Arias

Es un hecho que un nivel de ingreso mejor permite a las familias comprar alimentación saludable, sin embargo, dicha correlación ya no es suficiente para confiar en una alimentación de calidad.

Así lo reveló un estudio que hizo la Universidad de la Frontera (Ufro), en donde quedó demostrado que las familias que tienen acceso a comprar comida nutricionalmente sana, si bien, la adquieren, a la hora de comprar también consumen alimentos que son verdaderos íconos de una alimentación poco saludable, como es la ingesta de azúcares, a través de las gaseosas, y el consumo de grasas asociadas a los embutidos.

De ello da cuenta la gestora del estudio e investigadora Fondecyt de la Ufro, la doctora Berta Schnettler, quien expuso sus resultados en el II Simposio Internacional "Alimentación saludable en el contexto familiar: qué comen nuestros hijos?".

Al respecto dijo que "en general todas las familias se están alimentando mal y requieren hacer cambios, ya que están en el rango de sobrepeso, algunas aumentando el consumo de alimentos saludables y otras reduciendo el consumo de alimentos no saludables".

ESTUDIO

La investigación de la doctora Schnettler contempló una muestra de 193 familias biparentales de Temuco (ambos padres y un hijo mayor de 10 años) de distintos niveles socioeconómicos.

En esta muestra se les consultó vía entrevista personal por sus hábitos alimenticios, buscando establecer una primera aproximación respecto de la satisfacción con la vida, la familia y la alimentación.

Según explicó la investigadora a cargo, los resultados son reveladores e indican que la alimentación de las familias de Temuco no es íntegramente saludable, siendo "las prácticas de alimentación usadas por los padres" un aspecto gatillante.

Ello, porque según la literatura comparada "son un modelo que incide positiva o negativamente en el aprendizaje de hábitos de alimentación que favorezcan la salud de los niños", dijo Schnettler.

El estudio consultó por la frecuencia de consumo de frutas, hortalizas, verduras, cereales, carnes, leches y derivados, cecinas y embutidos, bebidas con azúcar y golosinas en tres grupos de familias.

RESULTADOS

Una alimentación poco saludable es el resultado que arroja el estudio en los tres tipos de familias estudiados. Así, un 63% requiere hacer cambios, mientras que un 21%, si bien se alimenta saludable, debido a su mayor ingreso también consume bebidas azucaradas y embutidos. El otro el 16% restante, en tanto, posee una alimentación poco saludable.

Lo anterior significa que el 84% de las familias de Temuco, esto es ocho de cada diez, requiere hacer cambios en sus patrones de compra y consumo. Así lo explicó la doctora Schnettler, quien advirtió que los resultados sugieren que dos de cada diez familias (21%) tienen un mayor cumplimiento respecto de las recomendaciones de consumo diario de alimentos, aunque paralelamente, comen a diario alimentos con recomendación de consumo ocasional.

"Vimos que este grupo saludable está cumpliendo con el consumo diario, por ejemplo, de leche, verduras, hortalizas y fruta, pero a la vez está consumiendo, en gran medida, golosinas (niños) y los padres muchas bebidas con azúcar y embutidos que son alimentos no saludables", destacó la investigadora.

Como contrapunto negativo, destacó la doctora, las familias del grupo poco saludable (16%) "no acceden al consumo de alimentos recomendados como saludables, pero tampoco consumen demasiadas bebidas ni embutidos, lo que estaría relacionado con el nivel de ingreso".

RIESGOS Y CAUSAS

Una alimentación poco saludable, según argumenta Schnettler, con excesos de azúcar, sal y grasa es detonante del llamado índice metabólico, alzas en la presión y el colesterol, obesidad, resistencia a la insulina y diabetes.

A la hora de determinar las causas, la investigadora sostiene que para bien o para mal el nivel de ingresos es una de las variables, ya sea para comprar alimentos poco saludables o bien para no poder acceder a los que sí están recomendados.

El análisis cualitativo del estudio arrojó que las madres son las que tratan de preocuparse más de la alimentación de sus hijos, teniendo que lidiar con variables como el ingreso, el tiempo para cocinar y también para reunir a la familia en la mesa.

Así, el factor madre en este contexto se alza como la mayor correlación: "en la medida que las madres se alimenten mejor, sus hijos van a estar mejor", acotó la investigadora.

SIN SELLOS

Ante estos malos resultados, la pregunta natural es qué y cómo comer para revertir el escenario. Al respecto, Gastón Ares, ingeniero en alimentos y doctor en Química de la Universidad de la República de Uruguay, quien participó como conferencista invitado al simposio, entrega algunas claves.

Para empezar, el especialista indicó que para seleccionar los alimentos a consumir "la clave está en que sean libres de sellos, sin edulcorantes y colorantes y, sobre todo, lo más natural posible. Esto es evitar aquellos productos que están listos para consumir, ya que son los principales responsable de la obesidad".

El doctor añadió que "lo mejor es aumentar el consumo de frutas, vegetales, legumbres y nuestras carnes en estas zonas son saludables, así es que si no se comen todos los días, es positivo".

Si las familias siguen este patrón de alimentación balanceada, a juicio de Ares, se puede revertir la alimentación poco saludable, donde hay que añadir el respeto por horarios regulares, que las cantidades sean moderadas y comer en forma lenta y consciente, para activar la saciedad.

Lamentablemente, todos estos consejos deben luchar con uno de los principales problemas de la sociedad moderna respecto de la alimentación.

"Entendiendo que la mala alimentación es multicausal, hoy en día el rol que tenía el alimento se ha perdido y el consumo se asocia con que vas a ser más feliz, más lindo o más flaco, es decir, se le ha asignado a los alimentos un valor social muy alto que va mucho más allá de la nutrición y que además está distorsionado", argumentó.