Quizá en el último tiempo la mayoría de los temuquenses y padrelascasinos ha escuchado polémicas en torno a las ciclovías y las ciclobandas. Lo primero sería tener clara la diferencia: las ciclovías son trazados para ciclistas independientes de la calzada vehicular, mientras las ciclobandas son pistas para ciclistas en el espacio de la calle. Es decir, las ciclobandas ocupan la calzada vehicular, alterando el perfil de la vía, ya sea en el número de pistas, o en el ancho, o en la línea de estacionamientos.
Hoy por hoy, en ninguna ciudad metropolitana del mundo, tal como es el gran Temuco, se cuestiona la existencia de una red de ciclovías. Es impensable rechazar la idea de que los ciudadanos deben reducir el uso de transporte vehicular privado, y por el contrario, aumentar el uso de la bicicleta y el transporte público.
Cabe dejar claro que existen buenos y malos ejemplos. El diseño de la red exclusiva para ciclistas es clave y nuestra ciudad ha sido prueba de ello. Sin duda, el diseño de la ciclobanda de Hochstetter no es un buen ejemplo, y el sentido común de vecinos y transeúntes acusa el hecho.
Hace ya un par de años, vivimos otra polémica: la ciclovía en el bandejón central de avenida Pablo Neruda, varios reclamaron respecto de la pérdida de áreas verdes. En su momento defendí a través de este mismo Diario, el sentido de espacio público de ese bandejón urbano, afirmando que esa ciclovía era un buen diseño. Hoy, los ciudadanos celebran esa ciclovía, la cual está siempre en uso, convergen allí, ciclistas, trotadores, niños, adultos y rodados.
Todos queremos mejores veredas, una red de ciclovías bien diseñada, y vías vehiculares aptas. Para lograrlo hay que adentrarse en el detalle, con oficio arquitectónico y constructivo, y comprender que existen espacios muertos con pequeñas fajas de áreas verdes subutilizadas sin ningún impacto paisajístico. Es más, en ocasiones más parece ser el espacio para la línea de postes que sujetan enredosos cables, útiles e inútiles. La antigua ley eléctrica chilena ampara este mal uso. En mi calidad de urbanista y académica observo y comparo con la experiencia de las ciudades mejor evaluadas en su calidad de vida, y puedo entonces decir que las ciclovías tienen espacio posible sin reducir el espacio del peatón, ni tocar una pista vehicular, sino acomodando las partes y especialmente aprovechando la oportunidad para enterrar el cableado eléctrico, o sea, pasar de aéreo a subterráneo. También ello significa sacrificar algunas áreas verdes, pero menores, además a un solo lado de calle, pues no es necesario a ambos. El costo beneficio ya está probado.
Termino homenajeando a los ciclistas de nuestra ciudad, quienes ya sea por necesidad deben trasladarse en bicicleta, o ya sea por urbanidad, conciencia ambiental o simple recreación. A todos ellos, que muchas veces se exponen físicamente a la falta de cultura de los conductores, vayan mis felicitaciones y toda la fe, a que la cordura prevalecerá.
Paz Serra Freire, decana Facultad de Arquitectura y Construcción