Tolerancia
Alguien dijo: "La tolerancia es el arte de disentir en libertad". Magnífico principio de convivencia humana de un mundo civilizado para un mundo civilizado. Pero la trágica lección de la historia es todo lo contrario: la "intolerancia". Porque, en el fondo, operan convicciones individuales diversas. Ferenc Dávid, reformador húngaro (1510-1579), sostuvo: "Ni las espadas, ni el martirio, ni la visión de la muerte podrán detener la marcha de la verdad". ¿De quién es la intolerancia: del que se defiende o del que ataca? Johon Cotton, ministro en la Nueva Inglaterra (1584-1652), declaró: "La tolerancia creó un mundo anticristiano". Claro está, lo más fácil y cómodo es pensar lo que uno quiera, cómo quiera y cuánto quiera; sin cerco racional y ético alguno. Es el camino del ateísmo. Martín Lutero, monje alemán, impulsor de la Reforma protestante (1483-1546), enseñó: "No oponerse al error es aprobarlo. No defender la verdad es negarla". Pilato preguntó a Cristo: "¿Qué es la verdad?" dio media vuelta y no esperó la respuesta. Einstein dijo: "Lo más incomprensible del mundo es que es comprensible". Obvio. Si no fuera comprensible no tendríamos hoy el asombroso y maravilloso mundo de la ciencia y la tecnología. Tal es la verdad. Luego, el Cristianismo Bíblico no ha sido, no está, ni jamás será superado por la historia.
Sergio Liempi Marín
El Sputnik I
El pasado 4 de octubre se cumplieron 60 años desde el lanzamiento del primer satélite artificial por parte de la desaparecida Unión Soviética: El Sputnik I.
En efecto, fue en 1957 cuando millones de personas en el planeta se enteraban de ese importante hito. Dicho satélite fue lanzado desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, y estuvo en órbita unos tres meses, aunque sus transmisiones operaron por sólo 3 semanas. Luego de esto pasó a ser un satélite inactivo y tras completar cerca de 1.400 órbitas en torno a la Tierra, se incineró al ingresar en la atmósfera el 3 de enero de 1958.
Desde ese entonces, el desarrollo espacial y tecnológico asociado se ha acrecentado de manera importante y cientos de misiones, lanzamientos y avances se han concretado, beneficiando a muchos ámbitos. Sin ir más lejos, vemos hoy cómo las telecomunicaciones basadas en los satélites existentes están cada vez más masificadas.
La telefonía satelital, por ejemplo, ya no sólo es un servicio restringido a los astronautas, FF.AA. o altos mandatarios. Hoy, emprendedores, turistas, deportistas y usuarios comunes los emplean para comunicarse con su entorno, sin importar el momento o lugar.
Frente a catástrofes naturales, como el huracán María que afectó hace poco a Puerto Rico, la comunicación satelital se transformó en la única manera efectiva que tuvieron las autoridades y habitantes de ese lugar- tras los cuantiosos daños que sufrió la infraestructura de telecomunicaciones tradicional- para conectarse vía voz y datos, con posterioridad a esa tragedia.
En definitiva, han sido, son y seguirán siendo un gran aporte para la humanidad las decenas de satélites que, a cientos de kilómetros nuestros, nos observan para hacer más fáciles y continuas nuestras comunicaciones en el tiempo.
Daniel Malaiu, gerente general de Tesacom
Políticamente cobarde
En estricto rigor gramatical y conductual, la frase políticamente correcto, es sinónimo de "políticamente cobarde". Lo anterior para calificar entre otras, las opiniones, ofertas, declaraciones o comentarios, que utilizan normalmente los políticos, quienes totalmente conscientes de que no es la verdad o lo correcto, ni lo que piensan o sienten, las comunican maquiavélicamente como un medio para engañar hipócritamente a su público objetivo.
Usualmente las frases políticamente correctas o cobardes, son utilizadas con mayor recurrencia, durante los períodos eleccionarios, oportunidad en que los políticos inescrupulosos le dicen al pueblo lo que éste quiere escuchar, a sabiendas que son ofertas falsas o no tienen la certeza de poder cumplir total o parcialmente. Estas frases fraudulentas las comunican con tanta convicción y teatralidad, que difícilmente los ciudadanos desinformados y poco cultos, las puedan cuestionar o no creerles. Lo más insólito de ello es que la gran mayoría del pueblo les sigue creyendo, pese a que en reiteradas ocasiones han sido engañados por estos mismos políticos.
Para contrarrestar este fraude comunicacional, culpable de la mayoría de severos daños políticos, sociales y económicos causados al país por la clase política, debiera crearse un Sernac político, cuyos objetivos fundamentales serían dejar oportunamente en evidencia los mensajes políticamente cobardes y los antecedentes de quienes han hecho uso de esta inmoral conducta. Información clave que requieren los ciudadanos para elegir bien informados sus autoridades.
Dr. Jaime Manuel Ojeda Torrent