Desde hace varios años que la capital regional está evidenciando los problemas causados por el explosivo incremento del parque automotor, fenómeno que desde hace una década se está sintiendo con más notoriedad. Calles saturadas de vehículos en los horarios punta, bocinazos, falta de estacionamientos y un tránsito saturado son problemas habituales en Temuco. Vías como Caupolicán, San Martín, Avenida Alemania o las arterias céntricas experimentan a diario este problema, que se incrementa en ciertas horas y días en los cuales entrar al centro de la ciudad es un verdadero caos. Este año, más de 60 mil conductores pagaron su permiso de circulación en la capital regional, lo que da luces sobre la cantidad de automóviles y vehículos mayores circulando por las calles. De ahí que se hace necesario no sólo realizar aún más inversiones en la nueva y mejorada infraestructura vial, que permita absorber tal cantidad de vehículos y facilitar un tránsito más expedito, sino que también la implementación de otras medidas que tiendan a incentivar el uso de otros medios de transporte.

Y si bien en Temuco se está avanzando en ese sentido, con la habilitación de un plan que pretende mejorar el transporte público, además de un fuerte incentivo al uso de la bicicleta con la construcción de una completa red de ciclovías, aún falta mucho por hacer para hacer más amigable el tránsito por las calles de la ciudad.

Sin embargo, por más mejoras que se implementen, si no hay una real toma de conciencia por parte del ciudadano, el problema no acabará. De ahí que se hace necesario generar instancias de discusión del tema del comportamiento en el espacio público, de las responsabilidades y deberes de peatones, ciclistas y conductores, toda vez que si no se genera un cambio de conducta individual tendiente a la convivencia, no es mucho lo que se avanzará. Esta es una tarea en la que deben comprometerse todos, sin excepción, asumiendo que la única forma para hacer más armonioso el tránsito en Temuco es con respeto y responsabilidad.

La muerte del comunero mapuche Camilo Catrillanca, a cuyos deudos expreso mis condolencias, significó, al margen de la indagatoria judicial en curso, otra lamentable pérdida de una vida humana en La Araucanía, invaluable para los familiares y amigos de ese joven padre de familia y también para quienes le asignamos a aquel bien la más alta valoración y frente al cual no hacemos diferencias étnicas, religiosas, políticas y de ningún tipo.

Lo que ocurre en nuestra región tiene diversos orígenes, entre los que destaca el erróneo y errático tratamiento dado por el Estado, a través de diferentes gobiernos, a un tema centenario, de compleja y variada causalidad y que en los últimos años ha desembocado en hechos de violencia, quizás por el agotamiento de la paciencia de algunos sectores del pueblo mapuche y tal vez porque en buena medida este delicado asunto ha sido permeado por intereses político partidistas y tendencias indigenistas foráneas.

Otro gran origen de lo que hoy deploramos es el profundo decaimiento de la economía de la Región. Esto ha dado lugar a diferentes proyectos de desarrollo que no han tenido los efectos esperados, lo que ha incrementado la frustración.

Tras el luctuoso episodio con el que inicié estas líneas y ante sus secuelas de violencia e intranquilidad, el propio ministro de Desarrollo Social y gran impulsor del Acuerdo Nacional para el Desarrollo y la Paz de La Araucanía, manifestó en un comienzo su escepticismo sobre la implementación de este plan en las actuales circunstancias, lo que, más allá de sus posteriores declaraciones menos desalentadoras, siembra dudas sobre la pronta materialización de una serie de inversiones públicas que podrían aliviar la situación.

De lo dicho se colige que en términos generales nuestros múltiples problemas son de carácter político y, por ende, deben ser abordados desde tal perspectiva. Y esto es un problema en sí mismo, pues hay quienes creen que las medidas económicas, la satisfacción de la demanda mapuche, la fuerza o la política de trincheras e ideologismos bastarían, por sí solas, para destrabar nuestras agudas dificultades.

Sin embargo, la verdad es que sólo a través de la política con mayúscula, que desecha los intereses cortoplacistas y pone sus ojos en el futuro, que tiene como único norte el bienestar del país, que es capaz de enfrentar los conflictos desde todos sus ángulos, podremos encontrar soluciones adecuadas y perdurables.

Lograrlo es difícil, pero lo será más en la medida que el tiempo pase y se acreciente la radicalización. Luego, comenzar ya a reponer las confianzas perdidas que son indispensables para unir esfuerzos y sumar resultados, es una obligación de la que ningún sector puede excusarse.

Roberto Muñoz Barra exsenador y presidente del Instituto de Estudios Públicos Social Demócrata

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