Vivir en democracia implica una serie de derechos, pero también de deberes. Estos últimos, a mi juicio, a veces olvidados. En nuestro mundo actual ya no es solo una forma de gobierno, si no también es un sinónimo de libertad, de igualdad, de gobierno de mayoría, de justicia social, de fraternidad, de participación, de respeto a las minorías, etc. En definitiva, es un conjunto de actitudes, valores y conductas.

Dentro de este marco, la formación ciudadana es un proceso que forma parte de la socialización de los individuos cuyo propósito es la educación en valores sociales como la responsabilidad y la participación para que cooperen en el desarrollo de comportamientos solidarios basados en una identificación plena con la comunidad y el respeto a la convivencia.

Ahora bien, como universidades del Estado, es necesario hacernos cargo de esto en la práctica. No se trata de decir y declarar, sino también de hacer. La Ley de Universidades Estatales establece que "la educación superior tiene el rol social de formar profesionales, personas con espíritu crítico y reflexivo que promuevan el diálogo racional y la tolerancia y que contribuyan a forjar una ciudadanía inspirada en valores éticos, democráticos, cívicos y de solidaridad social respetuosa de los pueblos originarios y del medio ambiente" (Ley N°21.094).

En ese contexto, desde la Universidad de La Frontera tenemos la responsabilidad de desarrollar estrategias para que los estudiantes puedan adquirir, desarrollar y/o potenciar la ciudadanía durante su formación. Somos conscientes de que hay un aumento progresivo en la desafección política y desconfianza en las instituciones por parte de los jóvenes. Sin embargo, estamos convencidos que esta formación es indispensable para el buen vivir de los ciudadanos y en ese sentido creemos que el rol de la universidad no solo es educar sino también formar, los cuales son los pilares estructural de la Universidad de La Frontera.

Eduardo Hebel, rector de la Universidad de La Frontera

El mundo actual tiene como una de sus características principales la desconfianza, la que no solo se materializa en cuestiones repetidas, como la caída de la credibilidad de la clase política, también en situaciones más cotidianas y simples.

La verdad es que las llamadas "teorías conspiracionistas" han ganado terreno y se han tomado buena parte de la agenda. Y contamos casos que pueden calificarse de anecdóticos, como aquellos que no validan la llegada del hombre a la Luna, otros que estiman que existen grupos complotadores contra la humanidad, hasta personeros que acusan que las vacunas son una potencial fuente de peligros.

El rigor escasea y como fenómeno se aprecia en las redes sociales, en la cantidad de información falsa, en las verdades a medias, pero que causan escándalo, llaman la atención y terminan instalándose como absolutos.

Son muchos los casos. Pero inquietan aquellos ligados al tema sanitario. Citábamos el caso de las personas que, por ejemplo, no creen en las ventajas de la inoculación, casos muy complejos por los riesgos que implican especialmente para los niños.

Hay otros asuntos igualmente cuestionables, como la denominada medicina alternativa, aspectos que han llamado la atención en España. Científicos y médicos de ese país citaron que las denominadas pseudociencias y pseudoterapias convierten la "ignorancia en un gran negocio a costa de la cultura, la seguridad y la salud de los ciudadanos".

Pero lo cierto es que muchas de estas opciones gozan de popularidad alrededor del mundo, incluido Chile, mientras se critica a la medicina tradicional.

Hoy, al parecer, se requieren más datos que nunca. Se requiere fundar los juicios, es imperativo que dejemos las apreciaciones y vayamos a las verdades.

En un mundo caracterizado por los avances científicos, que han permitido tener una vida mejor y más prolongada, muchos van en retroceso y capturando conciencias con engaños, pero provocando enormes daños a la fe pública y a los individuos.

Es para estar atentos y con la exigencia de informarse y educarse mejor.

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