Ayer por la tarde, la poeta y traductora chilena Verónica Zondek (66) presentó en Temuco "Ojo de Agua", antología publicada por Lumen que repasa 35 años de trabajo literario.
Ella, la tercera mujer después de Elvira Hernández y Gabriela Mistral en ser parte del prestigioso sello, traduce este cocido de versos como un "orgullo" para su carrera, siendo parte de una editorial donde reposan los poemas de grandes escritores nacionales.
Zondek, quien admite estar nerviosa antes de una presentación, decidió conversar con El Austral a través de correo; un formato que no impide disfrutar de una de las voces más interesantes de las letras chilenas.
- Su primer libro publicado fue en 1984, "Entrecielo y entrelínea", ¿cómo fue escribir en los ochenta?
-Ojo de Agua recoge poemas de varios libros de los 80 (Entrecielo y entrelínea, La sombra tras el muro, Vagido), aunque no todos. Escribir en los 80 no fue distinto a escribir en los 90 o en el Siglo XXI. Lo que sí fue distinto, fue el modo en que nos relacionábamos con los compañeros de ruta, las actividades que nos reunían, las pellejerías por las que pasábamos, la precariedad de los medios de publicación, de distribución, los accesos a becas o dineros y también los riesgos y el miedo con el que convivíamos cotidianamente. Sin embargo, es una época en que la amistad y la solidaridad y el empeño grupal logró muchas cosas hoy bastante ausentes del panorama literario salvo honradas excepciones.
habitar el mundo
-Usted también es traductora de Dickinson, Sexton, Carson, entre otras, ¿cómo se mezclan los universos de la traducción y la poesía en su diario vivir?
-Las traducciones en las que he trabajado y que se han publicado, las que nombras más las de Walcott, Gottfried Benn y June Jordan y también la poesía que leo y escribo, son un modo de conocer, entender y habitar el mundo. Son cuerpos que te impulsan a cruzar lo obvio para adentrarte en lo sensible y en lo que, por distintas razones, permanece oculto; en aquello que quieres denunciar o te parece importante que otros se detengan a mirar.
-Pasando a otros temas, ¿qué mirada tiene del o los movimientos feministas?
-No es exactamente otro tema. Yo entiendo al feminismo como acción (en mi caso la acción de escribir y el deseo de participar en el mundo desde ese lugar), un modo de ser y habitar el cotidiano que se realiza en la medida en que uno es consciente de cuál es el peso exacto de esa decisión. Yo creo que pertenezco a un grupo de mujeres que escriben, que han tratado y en gran medida logrado, escribir desde sí mismas. Es decir, convertir a su propia experiencia en el vértice desde donde se sitúan para escribir. Cada una establece esa mordida hasta donde puede. El feminismo no es algo que comienza con nosotras, y menos con las generaciones actuales. Hay mucho que aprender de las que lucharon por asuntos hoy obvios, pero hace no tanto, bastante no obvios. Creo que cada generación aporta lo suyo y que en mis libros hay un trabajo que dice y expresa esas búsquedas y encuentros respecto a lo que me preguntas y que desde ahí es donde mejor hablo.
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"Las traducciones en las que he trabajado y también la poesía que leo y escribo, son un modo de conocer, entender y habitar el mundo.