Redacción
El 28,8 por ciento de la población adulta en Chile, cerca de 3,9 millones de mayores de 18 años, tiene prevalencia de obesidad, según reveló un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El informe sobre "el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo", fue lanzado ayer por la FAO y otros cuatro organismos de la ONU, entre ellos la Unicef y la Organización Mundial de la Salud.
Según el reporte, Chile registra la segunda tasa más alta de obesidad en ese grupo etario en Latinoamérica y el Caribe, solo superado por Uruguay (28,9%).
La situación también es alarmante en los niños de nuestro país: el 9,3 por ciento de los menores de 5 años presenta sobrepeso, la tercera mayor tasa de la región; las más altas están en Uruguay (12,4%) y Bolivia (10,1%).
En tanto, en la medición de inseguridad alimentaria grave, Chile registró unas 597 mil personas de la población total en esa condición (3,4%), mientras que en la escala de prevalencia "moderada", 2,4 millones de personas (13,6%).
"Si bien la inseguridad alimentaria grave está asociada al concepto del hambre, las personas aquejadas de inseguridad alimentaria moderada padecen incertidumbre en cuanto a su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a aceptar menos calidad o cantidad en los alimentos que consumen", dice el informe.
Hambre
La población que pasa hambre en Latinoamérica y el Caribe creció en 2018 por tercer año consecutivo, hasta afectar a 42,5 millones de personas, en parte por la desaceleración económica y la situación en Venezuela, constató también el documento de la ONU.
El porcentaje de quienes tienen dicho problema en la región aumentó del 6,2% de la población en 2015 al 6,5% en 2017, nivel que se mantuvo al año siguiente.
La principal razón de ese incremento se encuentra en Sudamérica, que acoge a la mayoría de las personas desnutridas de la región y donde la prevalencia de subalimentación subió del 4,6% en 2013 al 5,5% en 2017.
La ralentización y la recesión observadas entre 2012 y 2016 en las economías de la zona están asociadas al declive de los precios internacionales de las materias primas que exportan en un contexto de débil recuperación de la crisis financiera global.