Dimensionando el legado de Enríque Eilers, "el señor del séptimo arte"
ÍCONO. A 15 años de su muerte, aún hay huellas de las enseñanzas del profesor.
Nació en octubre de 1935 y vivió prácticamente toda su vida en esta ciudad, en una antigua casona ubicada en el pasaje inglés. Si bien no fue cineasta de profesión, desde muy pequeño tuvo acceso a la fotografía gracias a las cámaras que su padre trajo desde Alemania, afirmando su pasión por las imágenes en todo momento.
Enrique Eilers Mohr marcó una huella profunda en la apreciación cinematográfica en La Araucanía, dejando rastros de sus enseñanzas más allá de su muerte a los 69 años. El respetado artista, maestro e intelectual hizo de su vida una cinta de 16 milímetros, siendo incluso tildado como "El señor del séptimo arte".
Eilers, quien decía que "hay películas que tienen calidad y otras que no tienen calidad y se acabó", fue uno de los impulsores del visionado en la comuna, siendo fundador de diversos cineclubes y formador de varias generaciones de amantes cinematográficos.
De voz parca, con vestimenta particular, el profesor quería ser recordado como "un hombre que pasó por la vida con humildad y con dignidad... en un mundo en el cual todo el mundo pisotea al mundo, nunca he pisoteado a nadie… ni me he dejado pisotear".
Hoy, en la semana que se cumplen 15 años de ese 23 de julio de 2004 cuando el profesor dio créditos finales a su vida, sus escuderos rememoran anécdotas y enseñanzas de quien fue su mentor.
personalidad
"La personalidad de Enrique era bien particular. Desde su punto de vista, o tú le caías bien o tú le caías mal, no había términos medios" rememora Bruno Toro, amigo de quien llegó a ver más de 4 mil películas y uno de sus principales herederos.
Por su parte, Nabil Rodríguez, antropólogo y amigo de del otrora fotógrafo desde los años 80, recuerda su chaqueta y su corbata hecha en base de un trarilonko mapuche, muestra de su férrea relación con su tierra. Uno de los puntos que más recuerda de Eilers es su negación al significado de cine arte, "término que suena a elitista, a capilla, suena a que nos juntamos los que sabemos. Tonteras".
"Logró incrementar la pasión y el amor por las imágenes en movimiento y enriquecer a las personas que a través de lo audiovisual nos gusta comunicar y don Enrique nos entregó otros elementos para su apreciación", acota.
Otro dato no menor en su aporte al quehacer cultural de la ciudad como "la casa de Prieto", el cine club 72 en 1966 y diversas exposiciones fotográficas que siguen presentes en el corazón de quienes tuvieron la dicha de conocer a don Enrique Eilers Mohr.