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30 años después, debemos derribar nuestros muros

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Cuando caía el muro de Berlín ( 1989) en mi colegio en Guayaquil, discutíamos sobre cómo sería el nuevo orden mundial luego del eminente desplome de la URSS, mientras tanto en Chile las expectativas sobre la democracia que venía eran inmensas, luego ya en la universidad y de vuelta en Chile, continuarían las expectativas positivas, incluso vivimos inmersos en lo que podríamos describir como orgullo nacional, que se confundía a veces con chovinismo y una suerte de arrogancia sobre la excepcionalidad chilena en Latinoamérica. Resultaba fácil caer en la autocomplacencia, si nuestro país crecía como ningún otro en la región, reducía la pobreza, incrementaba su inversión pública, y nos mostrábamos al mundo como ejemplo de estabilidad política y responsabilidad económica.

En 1992, Francis Fukuyama escribe "El fin de la Historia y el último hombre", yo me sentía como actor de esta historia donde nosotros los chilenos estábamos construyendo la mejor forma posible de sociedad, pues en la medida de lo posible no podría haber algo mejor, lo otro era solo para las novelas, cine; en fin, arte y literatura.

Ya han pasado 30 años desde la caída del muro y 27 desde la publicación del libro de Fukuyama, los chilenos hoy no somos la copia feliz del edén, pero tampoco el infierno de Dante, a pesar de los evidentes avances en estas décadas existe una verdad incuestionable, si es que existe una mejor forma de sociedad no es la que hemos construido.

Una sociedad no se puede construir solo sobre parámetros económicos que miden cambios cuantitativos sobre los incrementos de producción, consumo y los recursos que se utilizan para aquello, pues el resultado termina siendo el país o el mundo de la felicidad estadística, pues el problema de Chile no es una excepcionalidad.

El desafío hoy es enorme, de acuerdo con el estudio de la FCJE - UFRO sobre lo más destacado del año 2019, el 50,5% de los jóvenes en Temuco y Padre Las Casas piensa que el próximo será peor o mucho peor.

Quizá la frase que ha marcado este año fue "no son 30 pesos, son 30 años". Entonces debemos aprender de los errores del pasado. La historia no tiene un fin como escribió Fukuyama hace 27 años y nada que se edifique sobre la base de la exclusión, el abuso o la negación de otros puede ser sostenible en el tiempo.

Seguramente para muchos de nosotros este no fue un buen año, pero también dentro de todos los dolores vividos y las heridas abiertas, hoy tenemos la oportunidad de derribar un nuevo muro, muy distinto a aquel que cayó hace ya 30 años en Europa, un muro intangible.

Nuestro muro a derribar está construido sobre la base de una razón funcional que niega todo aquello que no incorpora retorno al propio interés. Al aceptarnos todos, parafraseando a H. Maturana, como legítimos otros en convivencia, podemos aprovechar el momento histórico para construir una sociedad realmente mejor.

"Nuestro muro a derribar está construido sobre la base de una razón funcional que niega todo aquello que no incorpora retorno al propio interés".

Mauricio

Partarrieu V., Académico, Facultad de Ciencias Jurídicas y Empresariales.