Violencia en La Araucanía
Cuando el país entero se ve remecido por dos severas crisis, como la crisis sanitaria y la económica, los habitantes de la Región de La Araucanía y sus alrededores debemos soportar a diario otra crisis que, siendo igualmente dañina, suele pasar desapercibida para las autoridades, el mundo político y los líderes de opinión, sobre todo a nivel central: la crisis del Estado de Derecho, que comenzó a incubarse hace más de una década bajo el pretexto del llamado "conflicto mapuche" y que en la práctica se expresa en niveles de violencia simplemente intolerables.
Como la crisis sanitaria, esta otra crisis se expandió implacable, sin respetar las leyes ni las normas que sostienen nuestra convivencia social y los derechos fundamentales de los ciudadanos. Avanzó además con impunidad, sin sanciones ni castigos. Y como la crisis sanitaria, se ha llevado vidas por delante y amenaza a diario la vida de otras personas, golpeando también con extrema dureza nuestra economía, lo que nos mantiene como una de las regiones con mayor tasa de pobreza del país.
Pero, aun así, todo indica que la incertidumbre, el temor y la desesperanza que provoca solo nos preocupa a nosotros. Lo cierto es que nos sentimos abandonados a nuestra propia suerte, mientras vemos con estupor cómo la violencia se normaliza, se hace costumbre y crece sin control.
De hecho, en esta parte del territorio nacional, en que convivimos día a día con ataques brutales y cobardes, crecientes en número e intensidad, la violencia tiene desde hace tiempo el carácter de pandemia. Y, sin embargo -pese al empeño de distintas personas que la denuncian y promueven la búsqueda de soluciones y la anhelada paz-, no vemos voluntad política para encararla de una buena vez y erradicarla por el bien del conjunto de la sociedad.
Por todo ello es que hacemos un público llamado a los habitantes de nuestra Región y del país, y en especial a las autoridades de gobierno y a los parlamentarios, a que nos unamos para afrontar esta crisis y que los organismos competentes le hagan seguimiento en forma permanente, contabilicen las víctimas y, sobre todo, tomen las medidas que sean necesarias para ponerle término. Convicción, capacidades y acciones concretas es lo que se necesita y esperamos con urgencia de un Estado que, creemos, aspira a cumplir a cabalidad sus deberes más elementales.
Fernando Daettwyler De Laire, presidente Cámara Chilena de la Construcción - Temuco
La religión natural
Cuando esta pandemia mundial nos ha uniformado con una clara conciencia de que todos "estamos a un paso de la muerte", entonces, estamos obligados a tomar en serio la vida en su natural dimensión de origen y destino.
Un filósofo dijo: "Bajo la corriente de las religiones diferentes corre la unidad de la religión natural". El Ngillatún mapuche es una religión natural. Un jurista dijo: "La particularidad de las leyes remiten a la universalidad del Derecho". La particularidad del mapudungún remite a la natural universalidad lingüística, pues el género humano es hablante. Un apóstol de Cristo dijo: "Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gá.3:28). Una doctrina válida para cristianos, en tanto verdad de que todos somos criaturas de Dios, a pesar de las evidentes diferencias históricas, sociales y naturales.
¿Qué tal si el pueblo mapuche declarara públicamente en mapudungún su acatamiento histórico de que su Elchen adorado en el Ngillatún estuvo en este mundo en el Hombre Jesucristo, hace ya dos mil años? Esto es: "Taiñ Chau Elchen che kunupay Jesucristo Wentru meu" que significa exactamente: "Nuestro Padre Dios vino a humanarse en el Hombre Jesucristo". Que se escandalicen quienes se escandalicen, pero el hecho es que tal declaración estaría respaldada por: la religión natural, la universalidad del derecho, la revelación bíblica y la cronología de la era cristiana 2020 de la civilización occidental.
Sergio Liempi Marín
Parlamentarios "premium"
Con ciertas excepciones, nuestros parlamentarios perdieron el rumbo y sintonía con la pobreza y la humildad, mayoritaria en nuestro país desde que se profesionalizó la política. Desde que descubrieron la veta de oro para ellos y sus descendientes, apernándose en el Congreso algunos ya por 30 años o más.
Gustan de vivir en la opulencia y tener privilegios sociales y económicos cual nobles de Versalles.
La propia Biblioteca del Congreso apunta en un estudio que la OCDE ubica a nuestros parlamentarios como los mejor pagados de estos países, equivalente a 38 veces el sueldo mínimo nacional. De suyo, se justifican, dicen ser profesionales "Premium" de otra calidad dedicados 24/7 a las leyes. Pero tienen un 3% de aprobación ciudadana (Criteria).
Desde 2014 se les llama a rectificar rebajando sus dietas y terminar con reelecciones indefinidas. Mutis por el foro. Chutean los proyectos para más adelante.
El estallido de octubre 2019 les dio una última oportunidad de reencauzar la relevante función asignada adecuándose a remuneraciones menores del Estado. Asustados, lo aceptaron, pero ya lo olvidaron. Viene octubre 2020. Cuando la gente vuelva a la calle, puede ser terrible e irreparable para ellos como para las instituciones del país.
Gaspar Millas del Río