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que, si quiere contribuir al bienestar, estará obligada a reconocer el muro de la realidad, a orientar las expectativas y estimular el esfuerzo. Surgirá entonces una política de un realismo, por decirlo así, más amargo.

-Francis Bacon en uno de sus ensayos decía que la virtud de la prosperidad es la templanza y la de la adversidad, la fortaleza. ¿Cambian o se mantienen las virtudes ciudadanas en tiempos de crisis?

-Es de esperar que aparezca la virtud que Raymond Aron veía en el político (lo dice como usted sabe a propósito de Maquiavelo): Lo que le da a la política su grandeza sombría, decía él, es que los políticos a cargo del Estado, sintiéndose responsables del destino común, acometan acciones que ni su alma ni su conciencia aceptarían. ¿No hay algo de eso en lo que está haciendo el Presidente Piñera, ejecutando cosas que le repelen? ¿No tendrán que hacer lo mismo los políticos responsables en el año que viene: hacer cosas que repelen a su conciencia ideológica para sacar al país de la crisis? Tal vez comienza a brotar esa amarga virtud de la política.

-Ha prevenido más de alguna vez del peligro que la política se disuelva en las "políticas públicas". ¿Ha aumentado ese peligro ahora?

-Desde luego. Lo que llamamos políticas públicas es en términos generales alguna forma de conocimiento experto o técnico para el manejo de la vida social. Y uno de los rasgos de la vida pública chilena fue que la política tendió a veces a reducirse a políticas públicas. Vino entonces una razonable reacción contra la técnica que "naturalizaba", se decía, la realidad. Pero ahora acabamos de descubrir -y tenemos el peligro de creer- que sólo los expertos pueden salvarnos.

-¿Cómo evalúa la actuación del gobierno ante estas crisis, sanitaria y económica?

-Evaluar equivale a comparar, ¿y cuál sería la experiencia con la que podríamos compararnos si todos han andado a ciegas? El problema de hoy es que es bien difícil evaluar; pero aquí va un intento. La provisión de medios para evitar el dilema de la última cama (un dilema que mencionaron una, dos, tres veces los bioéticos o los que presumían serlo) hasta ahora se eludió gracias a la previsión y las medidas adoptadas, no lo olvidemos, por el ex ministro Mañalich. Las cuarentenas han ido más a tientas, mediante ensayo y error; pero ¿en qué parte no ha ocurrido eso? Y en la cuestión económica se ha ido lento, no vale la pena ocultarlo: ansioso y rápido el Presidente para anunciar las medidas y lento para su ejecución. Quizá se deba al hecho que el Ejecutivo está pensando más en los meses que vienen cuando la reactivación será el gran desafío, que en el agobio presente. Y desde el punto de vista político (no desde el punto de vista del sufrimiento actual de muchos) tiene racionalidad: la reactivación de los próximos meses es la última oportunidad del Presidente para acabar con algo que teme más que a cualquier otra cosa: la impopularidad y el rechazo.

-¿Y lo mismo respecto de la oposición, en sus vertientes de izquierda y centro?

-La oposición no ha estado a la altura, esa es la verdad. Ha estado esperando, por momentos, que la moneda lanzada al aire que fue octubre primero y esta epidemia luego, caiga de su lado. Por supuesto en ocasiones ha cumplido un papel importante: ha abogado porque las ayudas sean mejores y más prontas; pero la actitud que menciono ha sido desgraciadamente predominante. Y cuando ello no ha ocurrido ha habido desorientación, como si hubiere quedado sin conducción.

-Después de la crisis de octubre se habló de "parlamentarismo de facto" y durante la crisis sanitaria el Parlamento ha planteado y a veces aprobado una serie de proyectos reñidos con el diseño institucional. ¿Qué opina de esos afanes del Parlamento?

-Más que parlamentarismo, un régimen bastante digno sea dicho de paso, lo que ha habido ha sido un intento de gobierno de asamblea que ha rozado el asambleísmo (cuya versión caricaturesca han sido las celebraciones luego de las votaciones en que la derecha y la izquierda han coincidido). No es parlamentarismo de facto, entonces, sino un intento de gobierno de asambleas. En el parlamentarismo, si bien el Parlamento tiene la censura, el Ejecutivo tiene el arma del llamado a elecciones cuando la discrepancia es irreconciliable. Pero acá no hay eso, lo que ha habido es la imposición en ocasiones de la voluntad de una asamblea, sin contrapesos. Fue, para bien o para mal, lo que ocurrió cuando se acordó el 10% del ahorro previsional.

-Por otra parte, el cambio de régimen de gobierno, ¿debería ser parte del debate constitucional próximo?

-Sobre eso ya no parece haber duda. Alguna forma de parlamentarismo (que no es, como acabamos de ver, lo que ha ocurrido recientemente) parece necesario o un semipresidencialismo como alguna vez, si no recuerdo mal, lo sugirió el Grupo de los 24 (es de esperar que las conclusiones de ese Grupo no se consideren también por algunos una especie de renuncia, algo ensuciado por el pacto de la transición). Pero no cabe duda que gobiernos de cuatro años no funcionan bien o simplemente no funcionan si el Presidente no tiene mayoría en el Congreso como ocurre hoy. Ni el Presidente tiene tiempo ni fuerzas para desarrollar su programa ni el Congreso incentivos para apoyarlo o moderar su oposición si ella existe. El equilibrio de poderes del parlamentarismo (que obliga al Parlamento a pensarlo dos veces antes de censurar y al Presidente o jefe de gobierno a contar hasta diez para evitar la censura) y un sistema de mayorías que obligue a acuerdos, parece necesario. Pero el peligro del gobierno de asambleas que el actual sistema arriesga no funciona.

-Tuvo ocasión de fustigar una analogía futbolística del exministro Blumel. A los dos días fue el cambio de gabinete. ¿Cree que, siguiendo el símil, el "director técnico" (el Presidente) fue influido por el "comentarista deportivo" (usted)?

-No, no lo creo. El asunto estaba en el ambiente. Y era cosa de ver que las cosas no funcionaban. Blumel podrá ser un hombre correcto, pero estaba en el lugar equivocado. Y eso en política es suficiente para fracasar.

-¿Y qué le parecieron los cambios? ¿Debería el gabinete recuperar un papel más protagónico y representar nuevas relaciones de poder al interior de la derecha?

-Está por verse; pero al margen de la opinión que uno tenga del gobierno (sobra decir que no es santo de mi devoción ni mucho menos) lo que hay que decir es que un gobierno necesita al menos dos cosas para ser gobierno: voluntad y capacidad discursiva. Voluntad para persistir en una línea que juzgue correcta y capacidad discursiva para transmitir lo que cree o piensa. Este gabinete (la mayor parte de él al menos) tiene obviamente más que el anterior en ambos planos. Y tiene otra cosa que se ha destacado poco: les permite a los partidos de derecha incidir en el gobierno no desde la asamblea del Congreso como había venido ocurriendo, si no desde el gobierno mismo.

-¿Quiénes considera que pueden ser figuras importantes en los procesos que vienen, incluida la elección presidencial? ¿Dice algo que los "presidenciables" que encabezan las encuestas por ahora sean Lavín y Jadue?

-No creo que Daniel Jadue, a pesar del innegable éxito de su gestión y no obstante que es una figura sin duda talentosa, vaya más allá de una candidatura testimonial o de una primaria como ha sido el sino del PC en sus alianzas. El PC parece condenado a ser, mediante astucias e influencia en las organizaciones sociales, una minoría influyente. El problema de Jadue no es Jadue, es el PC. Lavín en cambio parece que será el candidato de la derecha. Su espíritu camaleónico, esa rara capacidad de mimetizarse con los tiempos y con lo que quieren las audiencias lo hace tener un apoyo que va más allá de la derecha. La derecha acabará inclinándose por él.

-Usted ha destacado en diversas instancias la gravedad de que se pasen a llevar las normas: desde los desmanes en octubre al retiro del 10% de las pensiones. ¿Por qué son tan importantes las formas y qué peligro entraña para las instituciones desestimarlas?

-Lon Fuller decía que "las formas liberan". Y es verdad. Las formas y las reglas orientan la subjetividad, la contienen y hacen la vida predecible. Los seres humanos poseemos, como dice un autor, un "exceso pulsional". A diferencia de los otros animales que están biológicamente pautados (estoy citando a un autor alemán, Arnold Gehlen) de manera que todo lo que hacen está inscrito en ellos, en el animal humano ello no ocurre. Es abundante en impulsos y en deseos y la única forma de alcanzar algunos de ellos es contar con instituciones que lo moderen y lo limiten. De otra forma lo acechará algo que un clásico de la sociología llamó "el mal del infinito". Hay quienes creen que las formas limitan. Es al revés, liberan. Pensar algo distinto sería tan absurdo (la frase es de Kant) como la paloma que se quejara que el aire le impide volar. Creo que octubre y algunas de las cosas que allí ocurrieron son una prueba de esto: al margen de la justicia de los reclamos, lo que ocurría en Plaza Baquedano, sin instituciones, no fue un momento de libertad en modo alguno.

-El conflicto mapuche tiene raíces profundas y antiguas. Lo que ha ocurrido en la Araucanía recientemente, ¿lo ve dentro de esos procesos más amplios o puede tener algo de la angustia del momento actual?

-Hay sin duda una mezcla de ambas cosas. Una incomprensión de la situación política e histórica del problema mapuche (y de otros pueblos originarios) que se ha agudizado con los acontecimientos actuales. Creo que mientras no se permita o se creen instituciones que permitan a los pueblos originarios formar una voluntad colectiva que participe de la vida democrática como pueblo, como un ente colectivo, será muy difícil aislar la violencia. Si uno mira la política hacia los pueblos originarios, esa ha sido la gran ausencia: permitirles que constituyan una voluntad colectiva que los incorpore como pueblo a la vida pública. Ese es el camino para desproveer de razones y de pretextos a la violencia.

-¿Cree que se podrá salir de toda esta crisis (económica y en parte política) y qué papel juega en eso el debate constitucional?

-El debate constitucional tiene varias dimensiones si somos capaces de conducirlo bien. Tendrá, por una parte, un valor terapéutico (la política también es a veces una forma de curación por la palabra). Por otra parte, ayudará, como decía al principio, a reestablecer reflexivamente los lazos que nos constituyen como comunidad política. Las sociedades modernas no son el fruto de la mera voluntad o del contrato, por supuesto; pero requieren de ella y de la reflexión para existir. Una vez que la tradición se ha roto y el eterno ayer ha perdido fuerza, no queda otra que mediante la reflexión restaurar las instituciones que no están ni rotas ni acabadas, pero sí maltrechas.

el presidente sebastián piñera, para carlos peña, tiene una oportunidad nueva en la gestión de la reactivación.

"Lavín parece que será el candidato de la derecha. Su espíritu camaleónico, esa rara capacidad de mimetizarse con los tiempos y con lo que quieren las audiencias lo hace tener un apoyo que va más allá de la derecha".

"Mientras no se creen instituciones que permitan a los pueblos originarios formar una voluntad colectiva que participe de la vida democrática como pueblo, será muy difícil aislar la violencia".