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A sus 86 años, este maestro, prevencionista e ingeniero en construcción, que ejerció como "profe" a lo largo de 48 años en colegios, liceos y universidades de Temuco y Valdivia, sigue enfrentando retos y aprendiendo desde su retiro. Luego de dos años de hacerle frente a un cáncer, hoy comparte su historia de vida, cómo surge su vocación, las obras que ayudó a levantar en la Región y confiesa su más anhelado deseo para del futuro de la capital de La Araucanía.
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- ¿Cuál fue la principal enseñanza que procuró entregar a sus estudiantes? Y ¿qué aprendió usted de ellos y ellas también?

- Yo siempre me preocupé de porqué se hacen las cosas, porqué se llega a un resultado en la actividad que estés haciendo. Para mí era importante no aprender las fórmulas de memoria, sino conocer porqué la fórmula que se está aplicando y a qué resultados lleva. Para mí era más importante el cómo y el porqué de las cosas. La importancia del proceso. Y aprendí mucho también de mis propios alumnos. Yo fui mejorando mi forma de hacer educación a través de la experiencia ganada día tras día con mis propios estudiantes.

OBRAS Y CIUDAD

- Por largos años también trabajó en la construcción. Se menciona en su currículum la participación directa o como asesor, durante tres décadas, en obras que permanecen hasta hoy. ¿Qué construcciones o proyectos recuerda especialmente?

- Aquí en la Región me tocó participar en la construcción del cuartel de Carabineros de Catripulli, que en ese tiempo aún no tenía. Después, entre las actividades de obras públicas, me tocó hacer el levantamiento de un terreno a orillas del río que en invierno se inundaba. El alcalde Germán Becker decidió elevar ese terreno para dar vida a una nueva población. Me tocó asumir ese levantamiento y distribuir los sitios. Esa es la Población Sarita Gajardo, cuyos vecinos quedaron muy agradecidos y en aquellos años me enviaban obsequios en gratitud por lograr el sueño de la casa propia. Otro proyecto importante fue la instalación del sistema de agua potable en Caleta Queule (Toltén). Ese primer servicio de la localidad me tocó proyectarlo a mí, aunque en realidad fue una iniciativa comunitaria. Los propios vecinos colaboraron en las excavaciones y nosotros instalábamos el sistema. También me tocó ayudar a construir un internado indígena en el sector Campos Deportivos de Temuco. Fue un proyecto patrocinado por el Cuerpo de Paz. Se hizo la obra, lo proyecté, lo dirigimos y creo alcanzó a funcionar durante tres años antes de que se quemara en un incendio. Ese edificio lo inauguró Hillary Clinton en una visita a la ciudad (abril, 1998).

- Dada su área de conocimiento, ¿qué opina del crecimiento que ha tenido Temuco? ¿Y cómo debería seguir creciendo para ser una ciudad más armónica y con mejor calidad de vida?

- Temuco va bien. Hoy, en realidad, habría que distribuir bien los terrenos a construir para que la gente tenga mejor acceso a todos los servicios necesarios para un buen vivir. Temuco destaca por sus construcciones, es una ciudad moderna, pero falta algo que nos identifique. Eso me preocupa. Tenemos muy pocas antigüedades para conservar, las pocas que había fueron desapareciendo, fueron destruidas. Así que tendríamos que construir una identidad. Yo siempre he tenido un sueño y ojalá pueda verlo algún día. Si Temuco es la puerta a La Araucanía, de principio a fin, Avenida Caupolicán debería tener araucarias por todo el bandejón central. Así cualquiera que llegue a esta ciudad vería el árbol característico de la zona.

- A lo largo de su vida usted se especializó también en prevención de riesgos. De hecho, llegó a ser director de la carrera en Santo Tomás. ¿Diría que esta disciplina está consolidada en Temuco y en Chile, en general?

- Esta disciplina está bastante bien en nuestro país. Gracias a los prevencionistas en ejercicio se ha ido posicionando en distintas actividades. Cuando trabajé con la constructora CIAL, que quebró en algún momento, trabajé con un equipo de 8 prevencionistas de riesgos a cargo de 8 obras distintas, y algunos habían sido alumnos míos. Todos cumplieron muy bien su responsabilidad, jamás arrojaron problemas en su área.

DESEO

- Usted no se quedó en la comodidad de su trabajo, se comprometió además con varias instituciones. Se involucró con los gremios (CChC y Colegio de Constructores de Chile), y se unió al Departamento Técnico de Bomberos para la inspección de edificios e investigación de incendios. ¿Por qué lo hizo? Y ¿cómo fue esa experiencia?

- Ese trabajo es muy interesante. Cada vez que ocurría un incendio nos reuníamos varias personas para investigar lo ocurrido y después sosteníamos una reunión técnica en el último piso de la Torre Caupolicán. Ahí, bajo la coordinación de Fredy Rivas, que era quien comandaba este departamento, analizábamos los incendios y preparábamos el informe para que los jueces pudieran fundamentar su veredicto. Estuve trabajando con ellos durante tres años, lo dejé únicamente porque con las diferentes actividades en las que estaba comprometido no me quedaba tiempo para asistir a las investigaciones, así que tuve que dejarlo. Hacer estos estudios era algo delicado, porque los resultados de las evaluaciones técnicas de los siniestros eran una parte importante de la información que requería un juez para resolver un caso. Y una equivocación en este trabajo podía costarle multas a la institución.

- Don Luis, a sus 86 años ¿hay algún sueño pendiente?

- No, en realidad como me retiré de todo y me jubilé me acostumbré a esta nueva situación. Si me lo preguntan: me gustaría estar activo, me gustaría estar trabajando todavía, yo me encuentro capaz, pero, bueno, tengo 86 años ya, así que mejor no. Ya hice todo lo que quise y pude hacer, entre otras tantas cosas colaboré en la regularización de títulos de numerosos profesores que trabajaban en la educación técnico profesional (1984 - 2001), lo hice mientras fui docente de la Universidad de La Frontera. Gracias a ese proceso todos están titulados hoy.

- Como ciudadano, adulto mayor, esposo, padre y abuelo, ¿qué le pide a la vida hoy?

- A la vida le pido algo para todos, que no haya tanta tragedia con la pandemia y que la gente pueda vivir más tranquila. Yo no le puedo pedir más de lo que tengo, creo que lo tengo todo, pero si hay que ser consciente porque hay personas a las que le falta y mucho. Yo, a estas alturas estoy bastante mejor, me siento mejor después de batallar con un cáncer, porque me fue diagnosticado a un linfoma que afectó mi garganta y que ya fue tratado. Fueron dos años de tratamiento. Y aquí estoy.