Estado de sitio
La idea de aplicar el estado de sitio en La Araucanía y Biobío marcó nuestra semana. Lo exigieron a La Moneda, "pantalonazo" incluido, diversos gremios que ven en la intervención del Ejército una especie de segunda "Pacificación de La Araucanía". La idea, por absurda que sea, copó los medios y nuevamente puso el conflicto en el tope de la agenda del gobierno. Al menos por un rato, como sabemos suele suceder. .
Lo del estado de sitio es una idea apoyada por Evópoli. Su mandamás, Andrés Molina, ex intendente y parlamentario, llegó a advertir del peligro inminente de una "guerra civil". Curiosos debieron resultar sus dichos para los miles de turistas que, de mar a cordillera, se encontraban felices recorriendo la región. No eran pocos. Pasa que la habitual afluencia de visitantes no se ha perdido, pese a la pandemia y la inminente guerra civil.
Lo de Molina fue un exabrupto peligroso. De un político profesional, autoridad electa y timonel de un partido de gobierno uno esperaría más bien responsabilidad, mesura, templanza. Nada de ello tuvimos de su parte. Habló más bien desde la rabia y la desesperación de su grupo familiar. Su cuñada es la dueña de la casa patronal incendiada en Lautaro a comienzos de semana. Y su suegro, el empresario Mario García, el posible blanco político del ataque
Pero gobernar un país, diputado Molina, no debiera tratar de asuntos familiares. Por lo demás lo suyo, se lo digo respetuosamente en esta tribuna, es un grosero conflicto de interés, uno que debieran transparentar todos los políticos -tanto de oficialismo como de oposición- que pretendan muy sueltos de cuerpo dictar cátedra sobre el conflicto y sus posibles soluciones.
¿Cuántos de ellos tienen intereses creados en el conflicto? ¿Cuántos de ellos son propietarios de tierras reclamadas por comunidades mapuche o accionistas de empresas madereras, inmobiliarias o de energía que hoy lucran con el despojo a nuestros bisabuelos? Me temo que la lista es larga.
Por suerte hay personas mucho más sensatas que Molina y que los dirigentes gremiales de La Araucanía. Uno de ellos es el general (R) Eduardo Aldunate Herman, boina negra y ex Director de la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales del Ejército. En sus regulares cartas a El Mercurio, Aldunate ha venido advirtiendo de lo errado de utilizar militares en labores de orden público, así como del "desatino" de querer ahogar con represión el conflicto no resuelto del Estado con los mapuche. La solución, ha subrayado el militar en todos los tonos, debe ser política y negociada.
Esta semana se sumó a su posición el oficial naval en retiro Richard Kouyoumdjian Inglis, analista y directivo de la Liga Marítima de Chile. "Una solución militar requiere voluntad política y validación de la opinión pública, y no veo que una o la otra existan al día de hoy", señaló lúcidamente, subrayando que "a nivel mundial ya no se practica el uso de la fuerza militar para pacificaciones o resolver conflictos sociales". "Quizás es hora de hacer un esfuerzo y entender de qué se trata el problema y así comprender cómo se soluciona", agregó.
El conflicto créanme tiene solución: es política y surgirá de un diálogo de alto nivel entre el Estado chileno y las distintas jefaturas mapuche, incluidas aquellas que defienden la violencia política o el "weichan" como estrategia de lucha. Un diálogo sin exclusiones ni vetos odiosos es el único camino capaz de conducirnos a una paz duradera y con justicia en Wallmapu. Y esa tarea es política, no militar.
"El conflicto créanme tiene solución: es política y surgirá de un diálogo de alto nivel entre el Estado chileno y las distintas jefaturas mapuche, incluidas aquellas que defienden la violencia política o el "weichan" como estrategia".