"La información como un bien común". Bajó ese lema se conmemoró recientemente el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Para que esto sea efectivo, se debe diferenciar entre la información periodística y otros tipos de expresiones que se suelen difundir con inusitada rapidez, como las denominadas "noticias falsas" (fake news), el discurso de odio, el entretenimiento y los datos. Aquella distinción se hace especialmente importante en un periodo marcado por una pandemia, donde -en los casos más dramáticos- resulta hasta una cuestión de vida o muerte el hecho de contar con contenidos de calidad y adecuadamente verificados.

Esto ha sido especialmente cierto frente a la denominada "desinfodemia" asociada al covid-19, es decir, una mezcla de información errónea y desinformación que se ha extendido por todo el mundo sembrando confusión, discordia y división. La falta de datos fiables a disposición del público ha creado un vacío para los contenidos potencialmente dañinos y las teorías conspirativas engañosas, en su mayoría difundidas en línea a través de modelos de negocios de internet basados en la masividad con que se difunden y en actores diversos que se aprovechan de estos.

Adicionalmente a la compleja coyuntura actual, no puede negarse la importancia que tiene la libertad de prensa como requisito fundamental para la buena salud de una democracia. Por ello, no debe sorprender que precisamente las democracias más sólidas a lo largo y ancho del orbe se caractericen por contar con una prensa robusta y dispuesta a cumplir con su labor fundacional.

Es indudable que la libertad de prensa conlleva también una gran responsabilidad. Se trata de continuar marcando la pauta en una época de cambios acelerados, donde todo parece ocurrir más rápido y, por ende, también olvidarse con inusitada velocidad. En ese ir y venir constante, en un mundo donde los mensajes y la información se desplazan de forma instantánea alrededor del orbe, es fundamental contribuir a desentrañar las claves de aquella sucesión de acontecimientos que cobran su verdadero sentido cuando trascienden y pasan a convertirse en parte de nuestra historia.

Que todas las comunidades que integran nuestro territorio tengan acceso a información de calidad sobre la prevención del covid-19 parece lógico. Mal que mal, los medios de comunicación y redes sociales están llenos de ella. Pero no. En la mayoría de los casos, las distintas realidades de nuestro diverso país, en especial las de poblaciones rurales, se ven sometidas a brechas informativas casi tan grandes como la propia pandemia. Así lo hemos comprobado trabajando en terreno en conjunto con la Gobernación de Cautín, en sectores como Puerto Saavedra y Padre Las Casas en la Región de La Araucanía. Aquí existen comunidades que, por extraño que parezca, se cuestionan temas que hoy parecen tan obvios como el uso de mascarillas o la importancia de las vacunas, todo ello en medio de una entendible confusión sobre la aparición de variantes virales, entre muchos otros temas. Y no es mala voluntad ni negacionismo científico. Todo apunta a la necesidad urgente de recibir este mensaje preventivo en el lenguaje y contexto adecuado, en uno que a las propias comunidades les haga sentido de acuerdo a sus códigos culturales específicos y a sus actividades cotidianas. Esto lo hemos aprendido de las brechas que luchamos por cerrar en la comunicación de la ciencia.

Fue así como nació el programa de prevención intercultural en La Araucanía, el mismo que dio vida a afiches bilingües, en castellano y mapuzungún que, de manera didáctica y directa, entregan recomendaciones para prevenir el contagio de esta enfermedad. También dio origen a charlas cuyos contenidos se centran en la evidencia científica sobre esta pandemia y donde los fundamentos de las medidas de prevención, se desarrollan bajo la asesoría de machis y lonkos. Y lo más importante, toda esta información no pretende competir con los saberes ancestrales, sino más bien, complementarlos con información científica para que después la comunidad se motive a compartirla con sus pares. Un tema clave, en especial en víspera de importantes ceremonias como el We Tripantu que hasta antes de la pandemia exigían la convocatoria presencial de un gran número de personas. Hoy, la decisión de cuidarse y cuidar a los que nos rodean, está en cada uno de nosotros, pero debemos seguir trabajando para que esta información con base científica sea eficiente y respete los códigos culturales de cada comunidad. No olvidemos que todas y todos somos parte de la misma pandemia.

Olga Barbosa,

seremi de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Macrozona Sur.