El Pichi Rey
Por estos días leo sobre José Miguel Carrera, el "Husar desdichado" como lo bautizó Neruda. Hace poco se conmemoró el bicentenario de su fusilamiento y una invitación a escudriñar en su relación con los mapuche me ha tenido semanas cabalgando con el prócer chileno. De sus campañas en Galicia contra Napoleón a las guerras de Independencia; de sus disputas con O'Higgins al éxodo patriota en Argentina; de su viaje a Estados Unidos a su triste final en Mendoza, fusilado "como un bandido en tierra extraña". Tremendo personaje Carrera.
Me cuenta un amigo historiador que en buena parte del siglo XIX el devenir nacional transcurrió entre espolonazos de carreristas y o'higginistas. "Era un verdadero acto de fe, como ser del Colo o de la U", agregó. Es una disputa para nada olvidada. Lo saben los egresados del Instituto Nacional, carreristas en su mayoría. Fue una de sus grandes obras como Director Supremo. También la Biblioteca Nacional y la primera Constitución Política.
Obra suya es también la primera bandera y el primer escudo nacional. En este último figuran dos mapuche, un hombre y una mujer, flanqueando una columna dórica que a su vez es coronada por la wüñelfe, la "estrella de Arauco", símbolo de los estandartes militares mapuche desde los lejanos tiempos del toqui Lautaro. Y sobre ella la leyenda Post Tenebras Lux (Después de las tinieblas, la luz). Ello simbolizaba nada menos la wüñelfe, la luz.
Pero eso no era todo. En la parte inferior había otra leyenda en latín, Aut Consilio Aut Ense (O por consejo o por espada). Por ello solo uno de los mapuche portaba lanza, síntesis del carácter de la sociedad mapuche en los tiempos coloniales: pacíficos si eran respetados, feroces guerreros si alguien buscaba perturbarlos en su amada tierra. Era lo que representaba ese bello primer escudo patrio, a Chile mimetizándose con nuestros antepasados, poesía pura.
Aclarar que aquella no fue una visión exclusiva de Carrera. Tranquilos los o'higginistas. El "araucanismo" de los Padres de la Patria (y las Madres como doña Javiera) atrapó a todos en aquel tiempo. Y lo hizo a escala continental con la Logia Lautarina, hermandad secreta que reunió a lo más granado de los libertadores de América, desde Bolívar a San Martín. Hablamos de los Avengers sudamericanos. O'Higgins, lo sabemos, también hizo lo propio. La wüñelfe que incluyó en la bandera actual y sus cartas a las jefaturas mapuche así nos lo demuestra.
Volviendo a Carrera, su relación con los mapuche fue mucho más allá de aquel escudo. Al igual que O'Higgins mantuvo siempre nutrida correspondencia con célebres lonkos, Coñuepan de Cholchol uno de ellos. A todos escribía, ya sea por auxilio militar o bien para suplicar no se sumarán a la causa realista. Reconocer que no siempre logró lo primero. Y que mucho peor le fue con lo segundo. A nuestro favor el refugio político que, en 1820, las jefaturas mapuche de las pampas le otorgaron junto a sus diezmadas tropas montoneras.
Dos meses pasó Carrera en las tolderías, refugiado de un cerco militar que sus enemigos políticos en Santiago y Buenos Aires ya cerraban fatalmente. Con los lonkos parlamentó y cabalgó, siendo parte incluso de malones fronterizos. "Pichi Rey", pequeño rey, se cuenta que lo bautizaron por sus modales en extremo aristocráticos. Su sueño siempre fue volver a Chile. Si no tengo éxito "seré Araucano y cuanto menos no vivirán en paz los tiranos" escribió a su hermana desde las tolderías el 26 de octubre de 1820. La muerte le privó de ambos anhelos.
"Con los lonkos parlamentó y cabalgó, siendo parte incluso de malones fronterizos. 'Pichi Rey', pequeño rey, se cuenta que lo bautizaron por sus modales en extremo aristocráticos. Su sueño siempre fue volver a Chile".