Hasta el sábado eran 739 los casos de la variante Delta del covid-19 que se habían detectado en el país, según la información del Ministerio de Salud.

Esta cifra ha causado preocupación entre las autoridades, además de motivar acciones como la búsqueda activa de eventuales contagios, así como el reforzamiento de la inmunización en la zona donde viven los positivos a la mutación identificada de forma inicial en India.

Sobre la proyección de los contagios del linaje considerado de preocupación por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la autoridad asegura que al detectarse más casos se pueden encontrar contagios comunitarios y en viajeros, según las muestras que se tomen.

La inquietud es absolutamente justificada, debido al nefasto efecto que ha traído la variante en países que ya creían controlado el avance de los contagios.

Es el caso de Israel, país que si bien llegó a poner los contagios casi a cero tras una exitosa y rápida campaña inicial de vacunación, ha registrado esta semana tres máximos de infecciones diarias, por encima de las 11.000. Además, la tasa de infección se sitúa en el 8,4%.

Se debe enfatizar que la variante delta es muy contagiosa, con un potencial que llega a duplicar la capacidad de contagio respecto a otras variantes anteriores. No obstante, es también importante recalcar que para protegerse de ella se pueden seguir empleando medidas ya conocidas, como usar adecuadamente las mascarillas, evitar espacios concurridos y mantener la distancia física. En el caso de estas últimas recomendaciones, parece necesario reforzar el mensaje, considerando el avance del desconfinamiento local y también que nos aprontamos a vivir un periodo de conmemoración de Fiestas Patrias.

Otro mensaje importante es que el avance de esta mutación no significa en absoluto un cuestionamiento a la importancia de la vacunación. Mantener este proceso es clave para convivir con una pandemia que se mantendrá aún un periodo indeterminado.

La víctima real de un abuso, de un delito, de desastres históricos, reproduce, con su sola presencia y testimonio, un mensaje que apela a la justicia, al necesario equilibrio moral entre los hombres. Nos hace un llamado a abandonar el individualismo de cada día, las posiciones sesgadas, nos invita al diálogo como mecanismo elemental de perfeccionamiento de las relaciones en comunidad.

La disposición emocional hacia las víctimas deja fluir cierto espíritu protector, nos conmueve, agita nuestras pasiones, refleja nuestra humanidad bondadosa y volátil, las instala en un lugar privilegiado, entre los santos y ángeles. Es precisamente en este punto donde comienzan los problemas, cuando nuestra graduación espiritual nos confunde, nos impulsa a mantener a la víctima en el sitial del sufrimiento eterno, la elevamos a la categoría de líder y hasta parece que una lluvia divina la hubiese dotado de un especial conocimiento sobre todas las cosas del acontecer humano. He ahí el error, una sociedad responsable y solidaria debe esforzarse para crear las condiciones que permitan que las víctimas dejen de serlo, abandonen ese casillero doloroso y lastimero, avancen y participen activamente de la vida en comunidad sin mayores complejos.

Es difícil promocionar a una víctima como líder político. Para ello se requiere, como punto de partida ineludible, un estado psicológico que garantice objetividad, disposición hacia el diálogo abierto, dejar de lado las ideologías en pos de fines superiores, vocación para llegar a acuerdos, algo que difícilmente puede ofrecer, por ejemplo, quien vive atrapado bajo el popular slogan "sin perdón ni olvido", frase que retrata el ánimo patológico por permanecer anclado en el pasado, preso del rencor, sin opciones de avanzar. El resentimiento, el odio desmedido, entendible, pero no justificable, que pueda experimentar una víctima, le restan puntos a la hora de calificar como un buen representante de la ciudadanía a los cargos de elección popular. Quizá si se tratase de víctimas al estilo de Mandela o Ghandi, que apostaron por el perdón, el diálogo y la reconciliación, como ejes fundamentales de su filosofía política, la visión retratada en estas líneas podría diferir, pero podemos concordar en que el recurso humano de estos tiempos se moviliza por energías distintas, apostando por un retroceso evolutivo que valida la venganza como instrumento de justicia. Los personajes tomados como ejemplo, además, eran abogados de sólida formación, una buena dosis de conocimiento avalaba sus ideas, algo que el mero papel de víctima no garantiza.

Gonzalo Garay,

abogado y escritor