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Sábanas y leche

Adelanto del libro "Sobre el cielo la noche el cielo y al final el mar" Por Raúl Zurita
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El surco de la quemadura en tu cara se ha comenzado a cicatrizar y estás seguro de que la que sería tu mujer se impresionó al verte. Es marzo de 1975, comenzaron las clases en el DEH y se encontraron en la escalera que subía hasta el altillo donde hacían las sesiones de la Tentativa Artaud. Al igual que el año anterior el grupo se reuniría una vez por semana y en la segunda sesión ella te estaba esperando. Fue la primera vez que te habló. Como si supieras que ella también estaría (pero no lo sabías) llegaste antes de que el seminario empezara. Te invita a que se sienten en uno de los bancos del jardín y su desplante al hablarte te cohíbe más allá incluso de la típica timidez que sienten frente a las mujeres los tipos que como tú han crecido en un rudo, y con frecuencia abusivo, liceo de hombres capitalino. Ella en tanto te habla como si se hubieran conocido de toda la vida llevando permanentemente, con leves movimientos de cabeza de la izquierda a la derecha y de la derecha a la izquierda, un mechón de pelo que le cae sobre la cara, de modo que siempre te está mirando con un solo ojo, observándote con una expresión entre curiosa y cómplice. Te cuenta que tiene un diente que le sale una y otra vez, es un multidentario, te dice, y abriendo la boca te lo muestra, para luego pasar a contarte de su tío Lolo, un falso dentista que atendía en un cuarto del fondo de su casa en la avenida Matta con una máquina dental a pedales y que suturaba las heridas de las extracciones con hilo de coser ropa. A ti, por el contrario, no te salía una sola palabra, y si bien es cierto que a los 22 te habías ya casado, separado y tenías hijos, te fue imposible en todo ese rato no sentir frente a ella una paralizante timidez. En un momento te dice también sonriendo (pero mierda, tú sabías que eso la había impresionado) que la cicatriz sobre tu mejilla le gusta porque se parece a un estigma.

Te dices que han pasado cuarenta y cinco años desde esa tarde en el jardín del DEH, pero tú ya sabes que no hay recuerdos más remotos ni más recientes porque en la extraña geografía del pasado todo existe, menos el pasado. Te das cuenta entonces de que dentro de esa tarde hay otra y que dentro de esa hay otra y de golpe te ves cuatro años después en una de esas tardes, la del 17 de octubre de 1979, con ella y tus otros compañeros del CADA cubriendo la entrada del Museo de Bellas Artes con un gran telón que habían armado pidiéndole a los amigos del grupo todas las sábanas blancas que pudieran tener para después cocerlas entre sí, al tiempo que estacionaban ocho camiones lecheros frente a su fachada. Cuentas que desde esa escena del Museo con la entrada cubierta ha pasado mucho tiempo, pero todos saben cómo son los juegos del tiempo: ¿Cuarenta años? ¿Tres minutos? ¿Una fracción de segundo? Quién podría adivinar. Ya dirás cómo todo eso estuvo a punto de arruinarse. Los camiones los habían obtenido en la procesadora de leche más grande de Chile, inserta en el corazón mismo de la dictadura.

"¿Cuarenta años? ¿Tres minutos? ¿Una fracción de segundo? Quién podría adivinar. Ya dirás cómo todo eso estuvo a punto de arruinarse".

"Sobre la noche el cielo y al final el mar"

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El 12 de julio de 1981 los seis integrantes del grupo "CADA" arrojaron 400 mil volantes poéticos desde seis avionetas

Los Integrantes del grupo "CADA" trabajando en una sesión de fotos el año 1981.

que aparecen en el libro, uno se da cuenta de la intensidad en que se desarrolló el arte y la poesía en Chile en los años setenta y ochenta. ¿Volverá alguna vez esa energía? ¿Qué la hizo emerger? ¿Cree que hoy se hace arte de esa calidad?

-La poesía y el arte que han emergido del estallido social son extraordinarios. Ha surgido una nueva creatividad que es tan potente como la esperanza que encarna. Allí están colectivos como "Las Tesis", el grupo de Valparaíso "Pésimo Servicio", las proyecciones lumínicas de Delight Lab, más los grafiteros y tantas expresiones más. Son manifestaciones que surgen del desgarro, de la denuncia y la lucha: cuarenta años atrás el CADA actuó en un país tomado y le opuso a la violencia asesina del régimen, la violencia de la belleza y de los sueños. Hoy la nueva juventud se levanta contra la dictadura absoluta del dinero. Sus obras son potentes y duras, como el tiempo del que emergen.

Más que un poema

-¿Qué le da la poesía a la prosa?

-La poesía es el arte que subyace a todo arte, y qué otra cosa son novelas como el "Ulises", "Pedro Páramo", "Cien años de Soledad" o "En busca del tiempo perdido" sino grandes poemas. No importan las definiciones que hagamos, los géneros ni nada de eso; el "Canto General" de Neruda está infinitamente más cerca de "Cien años de soledad" o de un mural como el Guernica de Picasso que de millones de esos artefactos escritos en vertical que llamamos poemas.

-¿En qué situaciones cotidianas recuerda los rostros del pasado?

-Una de las cosas que a mi edad aprendes es que nada está en el pasado y que incluso las imágenes más antiguas, la de tu hijo mayor aprendiendo a caminar, por ejemplo, se recorta contra otras incontables imágenes de tu hijo en distintos momentos y todas están en el presente y viven en el presente. Una de las condiciones más absolutas del pasado es que en él todo existe menos el pasado.

-Cada día que pasa el CADA es más valorado. ¿Cuándo caíste en cuenta de ello? ¿Lo imaginaban?

-Seguramente lo deseábamos; nunca se ha soñado más en el Nobel que en las alcantarillas. Éramos cinco personas rotas que en un pequeño país roto cruzaron por unos momentos sus vidas e imaginaron obras alucinantes, utópicas y esperanzadas, cuyo final no veríamos, porque ese final lo cerraría o lo desmentiría la historia. Fue una época extrema donde lo único que tenías era al otro. Todo fuera de eso era amenazador y acechante, de allí los amores extremos y también las rupturas extremas, donde salías con pedazos de carne del otro pegado en las uñas. Lo que estaba detrás de las acciones de arte, era la idea de una construcción que solo concluiría "cuando cada ser humano asumiera la vida de los otros seres humanos como la única obra de arte digna de nuestro amor, respeto y embeleso. Lotty (Rosenfeld) está muerta, pero las acciones en las que ella participó continúan haciéndose y no deja de conmoverme, que sean cuales sean los caminos que cada uno de nosotros haya tomado, continuamos siendo parte de esas obras.

-"El día más blanco" fue editado hace más de dos décadas. ¿Cuánto habrá que esperar para la continuación de estas novelas autobiográficas?

-No sé si habrá tiempo para algo más. "El día más blanco" se publicó el 2000 y al igual que "Sobre el cielo la noche el cielo y al final el mar" son dos poemas que tomaron las formas de novelas. Pero una autobiografía es una condena, porque desde el momento en que titulas algo y decides que sea un libro comienzas a escribir tu autobiografía. Todo libro, aunque sea de ciencia ficción, es autobiográfico porque muestra lo que alguien puede hacer en un momento de su vida. En ese libro se reflejarán las emociones, las ideas, los sentimientos que, de no existir ese autor y su vida, nada de eso que leemos sería lo que es. Los datos de tu vida están inscritos en la fuerza y pasión de la escritura y allí todo es real y simultáneamente nada es real. Nada es más semejante a una vida que el relato de esa vida y a la vez nada es más distinto a una vida que el relato de esa vida. Hay una sola cosa que sí sé, y es que sea o no real lo que escribí, igual duele.

-Si pudiera volver a tomar un café con alguna de las personas que alcanza en este libro y que ya es imposible hacerlo, ¿con cuál sería?

-Con Lotty Rosenfeld.

Raúl Zurita

Literatura Random House

244 páginas

$ 14 mil

viene de la página anterior

"Todo libro, aunque sea de ciencia ficción, es autobiográfico porque muestra lo que alguien puede hacer en un momento de su vida".

Cedida/Grupo CADA

Patricia Saavedra/CADA