Correo
Se hizo justicia
El 17 de diciembre de 2018 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la "Declaración sobre los derechos de los campesinos y personas que trabajan en el campo de sus países miembros.
Entre estos derechos está la protección y fomento de los valores culturales de los campesinos y de todas las personas que trabajan la tierra, entre los que se incluye el rodeo chileno.
Esta trascendental decisión de Naciones Unidas tiene la misma validez que cualquiera otra ley chilena y, por tanto, deberá ser respetada por todos.
Una gran noticia para las más de 2 millones de personas que cada año asisten a un deporte nacional que se origina en el siglo XVI y para los más de 1.000 clubes de rodeo desde Arica hasta Punta Arenas que lo fomentan bajo estrictos protocolos de cuidado a los animales.
Pero no solo una gran noticia para los huasos, sino también para todo chileno comprometido con la tradición y el alma profunda de Chile.
René Araneda A.
Ambición y codicia
"Tener pan, techo y abrigo" cobra vigencia - por ser las necesidades primarias de todo ser humano, en tiempos de pandemia - más que nunca. Es urgente comprender dónde acaban nuestras necesidades y dónde se inicia la codicia. Podremos establecer así los cimientos para una correcta forma de actuar y pensar. Con más de una cara, podemos aparecer "santo" o "diablo", "honesto o ladrón". Existe ambición en aquel(la) que desea figurar, "trepar", incluso en el anacoreta que desea "alcanzar el cielo" y liberarse de este "valle de lágrimas", sostiene Ouspenky (1997).
A nuestro "ego" le encanta esconder la ambición. ¿Cuántas veces hemos escuchado? "no ambiciono nada", "amo a mis semejantes", "vocación de servicio", "no pido nada, pero pónganme donde hay". Incluso hay personas que solo anhelan "no ser ambiciosos", "servir a la patria", etcétera.
La máscara del desinterés suele engañar incluso a los más astutos. Un penitente que se arrodilla en un templo, lleno de fe, dice no ambicionar nada, solo un milagro para la curación de una enfermedad, y…. la "salvación eterna".
La historia del mundo ha estado llena de ambiciones. En política, ¿por qué Hitler se lanzó a la guerra? ¿Y Maduro?, ¿Castro? ¿Trump?, ¿Biden? entre tantos otros, "representantes del pueblo" y también "científicos" en la academia, los orgullos profesionales.
El codicioso quiere siempre que lo que desea "le llegue al codo" por eso es "codicia". Busca el poder convirtiendo anhelos en una "botella de la codicia", hasta "embotellan a Dios en una escuela de pensamiento".
La codicia y la ambición son el resorte secreto de la "maquinaria social" en los tiempos que corren y mueven nuestro "espíritu consumista". Confundimos "creced y multiplicaos" con "consumid y multiplicaos" o "anestesia con magnesia".
Parece que nuestra "arquitectura cognitiva" se mueve más en esto, que en nuestra "interioridad espiritual". Trabaja siempre en función del más.
Como decía Pablo Escobar, en el mundo del narcotráfico, "todo lo peligroso se convierte en dinero". Si trabajamos a disgusto y por ambición, (no coincidiendo con la vocación) nos transformamos en una "personalidad Kalkiana" (bendicen por la boca, pero maldicen con el corazón) motor que dirige la ambición y la codicia con egolatría, narcisismo, e indolencia, en lugar de la honradez, transparencia, empatía, solidaridad, y compasión. La señal de los tiempos. Cuidado que "en la cadencia del verso se esconde el delito", nos advierte el D. Lama.
Omer Silva Villena
Plebiscitos dirimentes
La Convención Constitucional no es un poder del Estado. Tampoco tiene un poder constituyente, ni originario ni derivado.
Dicha Convención es solo un grupo de personas a quienes, mediante reglas establecidas en una reforma a la Carta Fundamental vigente, se les mandató para redactar y aprobar una propuesta de texto constitucional que será sometido a un plebiscito nacional para que la ciudadanía apruebe o rechace la propuesta.
Y dicha propuesta debe ser redactada y aprobada por los convencionales constituyentes, no por personas u órganos externos.
La legislación comparada no registra casos que establezcan plebiscitos dirimentes a lo largo del proceso constitucional, sino solo al final de él, para ratificar o rechazar su texto en conjunto.
Adolfo Paúl Latorre