"Soy un niño que juega y quizás eso me mantiene vivo"
Arturo Pérez-Reverte dice que si existiera un escáner que le sacara las historias que tiene en su cabeza no escribiría una línea más. Ahora acaba de inventar a un soldado guapo idealizado por una librera.
Decidido a demostrar que hubo soldados italianos que llevaron a cabo hazañas audaces y valerosas, el español Arturo Pérez-Reverte regresa a librerías con "El italiano". Es una novela ambientado en la Segunda Guerra Mundial, centrada en el valiente soldado italiano, Teseo Lombardo, visto a través de los ojos de una mujer enamorada.
Antes de ser el exitoso novelista que es, Arturo Pérez-Reverte fue por más de dos décadas un arriesgado corresponsal de guerra que presenció la violencia en Chipre, Líbano, Salvador, Mozambique y Bosnia. Creador del célebre capitán español Alatriste, que despliega sus aventuras en pleno Siglo de Oro, Pérez-Reverte vuelve con esta nueva ficción a sus temas predilectos: la guerra y el mar.
Según el mito clásico, Hércules tuvo que cumplir una docena de trabajos antes de ser divino. Uno de ellos fue el robo de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. En su camino de regreso separó los montes Calpe y Abyla, aislando Europa de África y creando el actual estrecho de Gibraltar.
Allí, en ese punto estratégico, ubicó Arturo Pérez-Reverte su última novela: "El italiano". Es un relato que comienza con el hallazgo de Elena Arbués, una joven librera viuda, que encuentra en la playa a un hombre rana a muy mal traer. Es un buzo de guerra que junto a un grupo de élite tripula torpedos para atacar a los barcos ingleses encallados en el Mediterráneo.
-¿Qué pudo explorar sobre lo femenino delineando al personaje de Elena?
-La novela se titula "El italiano", pero debiera ser "La librera" porque en realidad la protagonista es ella; él nada más es un soldado decidido y audaz que cumple con su deber, un hombre sencillo que no dice nada inteligente en toda la novela ni sabemos lo que piensa. En cambio, ella ha traducido y leído a los griegos y a los latinos, tiene una memoria y una cultura que proyecta en él y descubre al héroe. La mirada de ella convierte a este hombre guapo y fuerte nadador en un héroe, se enamora del Ulises emergiendo del mar que tiene en la cabeza, de este Ulises que emerge del mar.
-Optó por una historia de amor.
-En mis novelas hay muchas historias de amor, pero casi siempre las dejo abiertas porque suelo desconfiar del futuro, del "y fueron felices" del amor, no me lo creo del todo. Muchas veces viene el cansancio, la fatiga, la enfermedad, un montón de factores, pero esta vez quería cerrar la historia, quería hacer una historia de amor compacta, redonda, con un final feliz que se sabe desde el principio que es un final feliz, pero es justamente el desarrollo de ese amor, de ese enamoramiento lo que constituye el hilo central de la historia.
-¿Cómo fue la reconstrucción de esa Algeciras y Gibraltar de hace 80 años?
-La fase más bonita para mí de una escritura no es la escritura misma, sino la preparación. El momento de escribir es un momento técnico en el que te sientas a trabajar de una forma sistemática, ocho horas al día durante semanas, hasta que la novela está. Esa es la fase profesional, fría, una fase técnica muy rigurosa que intento abordar con la mayor seriedad y la experiencia que acumulo en estos años como novelista. La fase más hermosa, que es como cuando te enamoras, es al comienzo.
-¿Y cómo es?
-Es cuando la novela está en tu cabeza y aún no es nada, y vas caminando por el mundo, vas leyendo, vas mirando cosas, vas tomando notas, anotando estructuras, nombres, personajes, vas estructurando un mundo, viendo la calle por la que van a bajar, dónde van a comer, viendo mapas antiguos de cómo era la ciudad donde la sitúas... esa fase de documentación previa es maravillosa. Yo creo que escribo novelas para vivir esa fase inicial. Escribir me desagrada muchísimo, el acto mecánico de escribir me parece horroroso. Si un día hicieran un escáner para enchufar en la oreja y que salga el texto que uno tiene en la cabeza escrito, no escribiría jamás una sola línea.
-Jajaja. Le gusta imaginar.
-Es la imaginación lo que necesito, acostarme pensando en tal escena o personaje, eso es lo hermoso y por eso sigo siendo un escritor feliz. No he perdido todavía esa capacidad de disfrutar con la imaginación, de jugar. Cuando era niño veía una película, leía un libro y me pasaba la semana jugando a ser mosquetero, cruzado o cazador de ballenas. Ahora es lo mismo, es como seguirme disfrazando de indio o de explorador en África o de bárbaro mongol. Soy un niño que juega y quizás eso me mantiene vivo. Lo que impide que un escritor muera es que siga jugando. Yo creo que el escritor que deja de jugar, que deja de leer, que deja de descubrir e ilusionarse con esa fase lúdica del comienzo de una novela, y se limita a repetir una fórmula o un cliché está muerto.
-¿Hay muchos escritores así?
-Hay muchos escritores muertos, a algunos desgraciadamente los aprecio mucho y no lo saben. Yo espero que el día que esté muerto, los lectores me lo digan, o los medios, o los editores: "Arturo, te has muerto. Déjalo ya, dedícate a leer y a navegar, no lo intentes más". Mientras todavía me motive jugar la literatura como un juego maravilloso, donde cabe todo, donde todo es posible, eso es magnífico. Soy un escritor feliz y para mí la hoja en blanco no es un problema, es un maravilloso desafío que cada día me planteo.
El libro está ambientado en la zona de Algeciras y Gibraltar, durante la segunda guerra mundial.
Arturo Pérez-reverte fue corresponsal de guerra.
"El italiano"
Arturo Pérez-Reverte
Editorial Alfaguara
400 páginas
$16 mil
Por Amelia Carvallo
"Yo espero que el día que esté muerto, los lectores me lo digan, o los medios o los editores: 'Arturo, te has muerto'".
"Lo que impide que un escritor muera es que siga jugando. El escritor que deja de jugar, que deja de leer (...) está muerto".
Pérez Reverte
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